martes, 29 de mayo de 2018

De bares


Sentada en la terraza del bar da un largo trago a su bebida mientras se relaja escuchando música y redacta el trabajo que tiene pendiente. La tarde es tan horrorosamente calurosa que nota como una gota se desliza por su pecho hasta el ombligo, disimuladamente se mete la mano dentro de la camiseta para aliviarse del sudor mientras mira detenidamente las mesas de al lado, como imaginaba todos están a sus cosas. Sonríe de saberse invisible, le encanta la sensación de hacer cosas levemente obscenas delante de las personas sin que se den cuenta. Cierra el portátil, va a descansar un poco, total, dos mesas más adelante hay un grupo muy escandaloso que no la deja concentrarse. Su mirada se cruza con una chica sentada con sus amigos, mientras charlan y se ríen ella la mira, ¿se habrá dado cuenta de que se ha metido la mano por la camiseta antes? Sólo de pensarlo le entra una risa que mezcla timidez y diversión. La mira de arriba a abajo y se percata que no lleva sujetador, puede ver como los pezones rozan su camiseta con cada movimiento. Se imagina así, claro que a ella no se le notaría tanto, si algún día cumpliese una orden así ¿alguien se daría cuenta? Sólo de imaginarlo empieza la explosión en su coño. Últimamente está tan susceptible... se muerde el labio y ladea la mirada mientras resopla. Es hora de irse, se sienta en la barra a esperar la cuenta.

- ¿Nos pones otra ronda? - Dice una voz de mujer a su izquierda.

Es la chica del sujetador, no puede evitar mirarla, sus pezones son hipnóticos.

- ¿me mirabas?
- Sí, ¿tampoco llevas bragas?
- ¡¿Cómo?!
- Pues eso, que si llevas bragas
- Claro que llevo bragas - responde en un tono molesto
- Que pena, estarías mucho mejor sin ellas – Recoge sus vueltas y sale del bar.

En realidad no sabe ni cómo han salido esas palabras de su boca, no es nada propio de ella, parece que las palabras broten solas de su boca.
El corazón le va a mil. Ni siquiera la conoce de nada y parecía molesta. Qué más da, está en la gran ciudad, no la tiene que volver a ver. Se ríe para sus adentros asimilando lo que acaba de hacer. Al llegar a casa allí está él tumbado en el sofá. Se tumba encima suyo, lo besa y lo abraza.

- Últimamente nos vemos poco, te echo tanto de menos...
- Yo también te echo de menos – responde mientras le besa el cuello – hemos quedado en el Mundo de la Tapa en media hora con Ana y Mikel.
- Pero.. ¿hoy?
- Sí, ¿qué pasa?

Es el bar del que viene, sólo de pensar que puede seguir allí esa chica hace que se ponga de todos los colores.

- No, nada... ¿no podemos ir a otro sitio?
- Pero si antes me has escrito un WhatsApp diciendo que te apetecía cenar allí, de verdad que a veces no te entiendo, ya le he dicho a esta gente que íbamos allí, otro día vamos a otro sitio.

Se le nota por el tono de voz que está molesto y ya tiene unas cuantas faltas escritas en su libreta cuyos castigos aun no han llegado así que no rechista más.

- Bueno, voy a maquillarme y arreglarme a ver si con suerte, en caso de que esté, no me reconoce - se dice para sus adentros -.

Ana y Mikel están ya en una mesa de dentro del local cuando llegan. Respira aliviada, ha entrado tan directa por la vergüenza que ni siquiera se ha dado cuenta si la chica de los pezones seguía allí. Se saludan y comienza una charla distendida. Siempre acaban hablando de trabajo, en cierto modo es lógico, comparten profesión y empresa, es divertido cuando se ríen de situaciones laborales con ese humor negro mezclado con sarcasmo. Ana tiene el don de saber llevar las conversaciones siempre a su terreno, lo extrovertida que es le encanta, no se cansa de escucharla. Ríen todos a una mientras cuentan anécdotas. La cerveza empieza a hacer efecto, necesita ir al baño.

- Si me disculpáis un momento, voy al baño.

Nada más entrar es como si un jarro de agua fría le cayese encima, es ella. Qué cara de pánfila debo de tener ahora mismo, piensa. Siente como se ruboriza y empieza a sudar. Ella la mira de arriba a abajo.

- Hola, vienes más guapa.
- Hola, gracias – le responde.
- Me llamo Mariona – extiende la mano a modo saludo.
- Mara – se seca las manos y se la estrecha.
- Te he visto varias veces, ¿vives por aquí?
- Sí, vivo cerca

Entra en el baño, parece que el chorro nunca se acaba. Por no moverse un poco más y se orina encima. Escucha como se abre y cierra la puerta. Suspira aliviada al pensar que a la salida ya no tendría que verla. Suena el agua del grifo caer, se extraña, pensaba que no habría nadie más dentro. A la salida ve que es ella lavándose las manos. Qué raro que aún siga allí. Un calambre de morbo y vergüenza le recorre toda la espalda. ¿Le recriminará sus palabras? Actúa como si nada, a veces la naturalidad es la mejor arma, se dice con convicción. Se lava las manos. Ella se le queda mirando de forma descarada.

- ¿Necesitas algo? - dice con un tono un tanto seco, vale que le haya dicho algo que no debía sin conocerla pero tampoco ha sido para tanto.

Saca unas bragas del bolso y las deja encima del mármol, en segundos le pasan mil cosas por la cabeza. Está tan excitada que puede notar como se le empapan todas las bragas. La mira de arriba a abajo.

- ¿Llevas de repuesto o qué? - le dice con una sonrisa entre burlona y divertida.

Le coge la mano y se la mete en el vaquero, que coño tan suave, joder está tan mojada... Fija su mandíbula obligándola a mirarla fijamente. Le encanta como besan las mujeres, coger suavemente con los dientes su labio de abajo y tirar suavemente de él la enloquece. Mete los dedos en ese mar de excitación mientras frota con la base de su mano el clítoris, subidas y bajadas rítmicas y firmes mientras hace salir y entrar los dedos. Dios... desprende fuego. Ya no se besan, sólo se desafían con la mirada mientras se tocan. Suena el chirrido de la puerta al abrirse, saca la mano empapada rápidamente. La pared de la entrada ha impedido que las vean, les ha ido de poco.

- Ha sido un placer, espero que coincidamos algún día
- Yo también

Mara se sienta en la mesa.

- ¿Porqué has tardado tanto? De charleta con alguien, ¿no?
- Sí, con una chica con la que coincido algunas veces.

Tras un par de horas de cena y copas se despiden. Por el camino él le da un beso en el cuello.

- Hueles a excitación, cuando lleguemos a casa quiero que me lo cuentes todo zorrita.

Si hay algo que la excita es lo humillada que se siente al relatarle ese tipo de cosas, como una niña cuando siente que debe dar explicaciones por algo que ha hecho que no debería.

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