Sentada
en la terraza del bar da un largo trago a su bebida mientras se
relaja escuchando música y redacta el trabajo que tiene pendiente.
La tarde es tan horrorosamente calurosa que nota como una gota se
desliza por su pecho hasta el ombligo, disimuladamente se mete la
mano dentro de la camiseta para aliviarse del sudor mientras mira
detenidamente las mesas de al lado, como imaginaba todos están a sus
cosas. Sonríe de saberse invisible, le encanta la sensación de
hacer cosas levemente obscenas delante de las personas sin que se den
cuenta. Cierra el portátil, va a descansar un poco, total, dos mesas
más adelante hay un grupo muy escandaloso que no la deja
concentrarse. Su mirada se cruza con una chica sentada con sus
amigos, mientras charlan y se ríen ella la mira, ¿se habrá dado
cuenta de que se ha metido la mano por la camiseta antes? Sólo de
pensarlo le entra una risa que mezcla timidez y diversión. La mira
de arriba a abajo y se percata que no lleva sujetador, puede ver como
los pezones rozan su camiseta con cada movimiento. Se imagina así,
claro que a ella no se le notaría tanto, si algún día cumpliese
una orden así ¿alguien se daría cuenta? Sólo de imaginarlo
empieza la explosión en su coño. Últimamente está tan
susceptible... se muerde el labio y ladea la mirada mientras resopla.
Es hora de irse, se sienta en la barra a esperar la cuenta.
-
¿Nos pones otra ronda? - Dice una voz de mujer a su izquierda.
Es la chica del sujetador, no puede evitar mirarla, sus pezones son hipnóticos.
-
¿me mirabas?
-
Sí, ¿tampoco llevas bragas?
-
¡¿Cómo?!
-
Pues eso, que si llevas bragas
- Claro que llevo bragas - responde en un tono molesto
- Que pena, estarías mucho mejor sin ellas – Recoge sus vueltas y sale del bar.
- Claro que llevo bragas - responde en un tono molesto
- Que pena, estarías mucho mejor sin ellas – Recoge sus vueltas y sale del bar.
En
realidad no sabe ni cómo han salido esas palabras de su boca, no es
nada propio de ella, parece que las palabras broten solas de su boca.
El
corazón le va a mil. Ni siquiera la conoce de nada y parecía
molesta. Qué más da, está en la gran ciudad, no la tiene que
volver a ver. Se ríe para sus adentros asimilando lo que acaba de
hacer. Al llegar a casa allí está él tumbado en el sofá. Se tumba
encima suyo, lo besa y lo abraza.
-
Últimamente nos vemos poco, te echo tanto de menos...
-
Yo también te echo de menos – responde mientras le besa el cuello
– hemos quedado en el Mundo de la Tapa en media hora con Ana y
Mikel.
- Pero.. ¿hoy?
- Sí, ¿qué pasa?
- Pero.. ¿hoy?
- Sí, ¿qué pasa?
Es
el bar del que viene, sólo de pensar que puede seguir allí esa
chica hace que se ponga de todos los colores.
-
No, nada... ¿no podemos ir a otro sitio?
-
Pero si antes me has escrito un WhatsApp diciendo que te apetecía
cenar allí, de verdad que a veces no te entiendo, ya le he dicho a
esta gente que íbamos allí, otro día vamos a otro sitio.
Se
le nota por el tono de voz que está molesto y ya tiene unas cuantas
faltas escritas en su libreta cuyos castigos aun no han llegado así
que no rechista más.
-
Bueno, voy a maquillarme y arreglarme a ver si con suerte, en caso de
que esté, no me reconoce - se dice para sus adentros -.
Ana
y Mikel están ya en una mesa de dentro del local cuando llegan.
Respira aliviada, ha entrado tan directa por la vergüenza que ni
siquiera se ha dado cuenta si la chica de los pezones seguía allí.
Se saludan y comienza una charla distendida. Siempre acaban hablando
de trabajo, en cierto modo es lógico, comparten profesión y
empresa, es divertido cuando se ríen de situaciones laborales con
ese humor negro mezclado con sarcasmo. Ana tiene el don de saber
llevar las conversaciones siempre a su terreno, lo extrovertida que
es le encanta, no se cansa de escucharla. Ríen todos a una mientras
cuentan anécdotas. La cerveza empieza a hacer efecto, necesita ir al
baño.
-
Si me disculpáis un momento, voy al baño.
Nada
más entrar es como si un jarro de agua fría le cayese encima, es
ella. Qué cara de pánfila debo de tener ahora mismo, piensa. Siente
como se ruboriza y empieza a sudar. Ella la mira de arriba a abajo.
-
Hola, vienes más guapa.
-
Hola, gracias – le responde.
-
Me llamo Mariona – extiende la mano a modo saludo.
-
Mara – se seca las manos y se la estrecha.
- Te he visto varias veces, ¿vives por aquí?
- Sí, vivo cerca
- Te he visto varias veces, ¿vives por aquí?
- Sí, vivo cerca
Entra
en el baño, parece que el chorro nunca se acaba. Por no moverse un
poco más y se orina encima. Escucha como se abre y cierra la puerta.
Suspira aliviada al pensar que a la salida ya no tendría que verla.
Suena el agua del grifo caer, se extraña, pensaba que no habría
nadie más dentro. A la salida ve que es ella lavándose las manos.
Qué raro que aún siga allí. Un calambre de morbo y vergüenza le
recorre toda la espalda. ¿Le recriminará sus palabras? Actúa como
si nada, a veces la naturalidad es la mejor arma, se dice con
convicción. Se lava las manos. Ella se le queda mirando de forma
descarada.
-
¿Necesitas algo? - dice con un tono un tanto seco, vale que le haya
dicho algo que no debía sin conocerla pero tampoco ha sido para
tanto.
Saca
unas bragas del bolso y las deja encima del mármol, en segundos le
pasan mil cosas por la cabeza. Está tan excitada que puede notar
como se le empapan todas las bragas. La mira de arriba a abajo.
-
¿Llevas de repuesto o qué? - le dice con una sonrisa entre burlona
y divertida.
Le
coge la mano y se la mete en el vaquero, que coño tan suave, joder
está tan mojada... Fija su mandíbula obligándola a mirarla
fijamente. Le encanta como besan las mujeres, coger suavemente con
los dientes su labio de abajo y tirar suavemente de él la enloquece.
Mete los dedos en ese mar de excitación mientras frota con la base
de su mano el clítoris, subidas y bajadas rítmicas y firmes
mientras hace salir y entrar los dedos. Dios... desprende fuego. Ya
no se besan, sólo se desafían con la mirada mientras se tocan.
Suena el chirrido de la puerta al abrirse, saca la mano empapada
rápidamente. La pared de la entrada ha impedido que las vean, les ha
ido de poco.
-
Ha sido un placer, espero que coincidamos algún día
- Yo también
- Yo también
Mara se sienta en la mesa.
-
¿Porqué has tardado tanto? De charleta con alguien, ¿no?
-
Sí, con una chica con la que coincido algunas veces.
Tras
un par de horas de cena y copas se despiden. Por el camino él le da
un beso en el cuello.
-
Hueles a excitación, cuando lleguemos a casa quiero que me lo
cuentes todo zorrita.
Si
hay algo que la excita es lo humillada que se siente al relatarle ese
tipo de cosas, como una niña cuando siente que debe dar
explicaciones por algo que ha hecho que no debería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario