domingo, 4 de diciembre de 2016

Probando el gato

Me puse un body de encaje negro con una abertura que lo dejaba todo a su libre disposición y unos tacones, los más altos, esos que le encantan. Me dejo el pelo cayendo por mis hombros y un maquillaje muy sutil como sé que a Sión le gusta. Tenía una orden clara, esperar de rodillas con las piernas abiertas en el salón hasta que él llegara y así lo hice. Odio la espera, me hace pensar en qué va a pasar y tengo demasiada imaginación. Podría esperar sentada hasta escuchar la puerta pero si revisara la cámara del salón me descubriría y eso traería consecuencias desagradables, así que obedezco mientras me empiezan a doler las rodillas. Por fin llega, lo veo aparecer por la puerta, tan guapo como siempre aunque salga del trabajo con sus vaqueros y su camisa de cuadros roja. Me sonríe y le devuelvo la sonrisa. Lo he echado de menos. Se acerca, me acaricia la cara, me da un beso y me dice que me quede aquí quieta mientras se aleja del salón. Sé que está en nuestro dormitorio por los ruidos. Regresa con unas cajas, sé lo que contienen excepto una que aún no había visto, siento curiosidad, tener cosas nuevas por sorpresa no es algo habitual. Mientras extrae un plug de la caja y lo lubrica me pregunta qué tal me fue el día ayer y cómo me he portado, le respondo que bien. Me ordena que me ponga a cuatro patas. Me pongo a gatas abriendo ligeramente las piernas y arqueando la espalda para dejar mi culo bien disponible y me introduce poco a poco el plug. Es el grande por lo que, tras introducirlo un poco contraigo un poco las nalgas por la presión, me da unos cuantos azotes y me aconseja que me relaje. Escuece y duele un poco pero me intento relajar, de repente lo saca, y mete el mediano entero.

– Espero que no se te salga si no quieres pasarte una hora cada tarde con él puesto. Levántate.

Me coge por el brazo, y me empuja suavemente poniéndome de tal forma que quedo apoyada en el respaldo del sofá con las manos en el asiento. Me recoge el pelo haciendo una coleta y se pone a mi lado y me da unos azotes, empiezo a notar el picor en mis nalgas, tira del pelo hasta que levanta mi cabeza, se acerca al oído y me pregunta de quién soy. Suya, por supuesto, sólo suya. Deja caer mi pelo, coge la pala y sigue azotándome, escuece.

– ¿Te escuece
– Sí
– ¿Sí qué?
– Sí, Amo

Me da un par de azotes más fuertes.

– Espero que no se te vuelva a olvidar cómo responder. Vamos a explorar un poco tus límites, a ver si así en nuestra próxima visita a algún local puedo azotarte en público. Recuerda el semáforo.

Abre otras de las cajas, saca un látigo con muchas tiras y empieza a azotarme (ahora sé que se llama gato). La sensación es distinta a todos los instrumentos que he probado. Es una mezcla de picor y escozor, depende del azote más intenso o menos. Se me agolpan los pensamientos, no acaba de quedarme claro si me gusta, me da miedo que me queden marcas porque esta noche trabajo. He dicho amarillo pero no tengo claro si debería haberlo hecho.
Deja de azotarme, se quita la ropa y me ordena que se la chupe, obedezco. Lamo con esmero todas sus partes hasta que me ordena que pare. Va la terraza, saca unas pinzas, me las pone en los pezones y las mueve dándoles golpecitos con los dedos. Saca una cuerda de la caja y la cuelga de la barra de la cortina, me dice que acerque y me ata las manos dejándome de cara a las puertas de cristal, por suerte estamos demasiado altos y sin edificios alrededor para que nos pueda ver por lo que me tranquilizo. Tira de mí hacia él y me folla.

– Ni se te ocurra correrte sin mi permiso.

Cada vez va más rápido y es más enérgico, noto el plug cada vez más adentro, es una sensación que me encanta. Me azota de vez en cuando. Siento que no puedo más.

– Por favor Amo deja que me corra.
– Córrete para mí.

Alcanzamos el clímax, nuestra respiración esta tan acelerada que nos cuesta respirar por lo que nos quedamos un rato pegados recuperando la normalidad de nuestras respiraciones, Nos separamos, me da un beso en la boca y nos vamos a la ducha.