No hay más dosis de realidad que
cuando las cosas no suceden tal y como las habías planteado. Mis
fantasías son como torres de naipes, una pequeña ráfaga de viento
y todo se desmorona. He pasado mucho tiempo pensando en la torre, en
el montón de cartas desparramadas sobre la mesa, en lo injusto que
es que cuando más alta la haces menos tiempo tarde en caer, en por
qué he tenido que empezarla si luego me duele tanto que no se
mantenga en pie. No es nada nuevo el hecho de que pienso demasiado,
que me anticipo a lo que pueda suceder y que me gusta tener las cosas
bajo control. En cierto modo es como me han enseñado a
desenvolverme. Las cosas no siempre son blancas o negras... y esta no
es una excepción. Esa parte de mi me ha llevado a ser buena
profesional, pero a veces me machaco hasta el punto que tengo un
desorden de bajara que no sé ni por donde empezar. Quizá por eso la
D/s me guste tanto... cedo el control, de nada sirve que me anticipe
y me encanta porque pese a todo tengo la tranquilidad de saberme en
las mejores manos. Todos pasamos por malos momentos, vemos ese montón
de cartas desordenadas y nos frustramos sin saber por dónde empezar,
ni qué hacer con ellas... Ayer alguien me recordó que las cartas no
son para apilarlas, ni para ordenarlas, ni para quedárselas mirando,
son para ponerlas boca arriba y jugarlas. Y es que él siempre está
ahí mirándome aunque no pueda estar siempre cerca.
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