sábado, 24 de marzo de 2018

Control a distancia


Estamos frente a la puerta de un local BDSM, entrar en un local así siempre es algo que me pone nerviosa, podría dar muchos motivos del por qué pero sería retroalimentarme.
Enciendo un cigarrillo, el último que sé que podré fumarme sin permiso por hoy, me encanta ver esa nube blanca cuando exhalo el humo, al final todo se disipa en este universo tan grande, como el humo.
Es raro verlo impacientarse, supongo que será por el frío que hace en la calle. Fijo la mirada en las puertas, parecen las de un bar cualquiera, eso es algo que me tranquiliza. El interior es bastante acogedor, una barra self service a la derecha, varios sillones y pequeñas mesas queda repartidas por el local. Saludo tímidamente, a algunos ya los conocía, aunque prácticamente sea de charlar por las redes sociales, tenía ganas de volverlos a ver. Socializar no es algo que se me de especialmente bien así que me limito a sonreír y escuchar.
Esta noche mi Amo esta especialmente guapo, el negro y esas botas de leñador le sientan muy bien. Mientras charla con un grupo de gente me lanza una mirada que no se si catalogarla como pícara o como un gesto de provocación, sea lo que sea, le devuelvo una sobria sonrisa que enmascara mi incertidumbre. Mi ángel me tranquiliza diciéndome que sabe que las cosas en público me avergüenzan, así que no se atreverá a hacer algo nuevo. Mi demonio hace resonar trozos de frases que verbalicé en un momento de lujuria contenida “atada al techo desatas los dos únicos lazos que sostienen mi vestido y me azotas, intuyo que alguien habrá mirando, pero nada puedo ver, porque una cinta me tapa los ojos y otra la boca” a lo que él respondió “ya sabía que te gustaba, pero tu vergüenza te puede”. Una corriente eléctrica sale de mi coño en dirección a mi estómago.
Tira de mi muñeca guiándome hacia un sillón más íntimo mientras me besa la mejilla, cuando sonríe tanto algo esta a punto de suceder. Tras cinco minutos de preguntas (¿cómo te encuentras? ¿estás bien? Etc) saca de su bolsillo el Zeki [1]. Mi mirada atraviesa sus ojos, no sé si alguien nos está viendo pero no puedo mirar, prefiero no saberlo. Tengo taquicardia y probablemente me temblaría la mano si no estuviese sujetando la base del sillón. Estoy tan nerviosa que mi alrededor parece distorsionarse y... ¿mojada? Noto como emano calor entre las piernas y pequeñas contracciones que me producen placer.

- Abre la boca – me dice mientras lo sujeta de la cola. Lo mete en mi boca, intento lubricarlo bien con mi saliva pues intuyo cual va a ser el desenlace.

- Separa las piernas – tira suavemente de mi rodilla derecha y sube la falda larga del vestido mientras la sujeta presionándola contra mi muslo. Si no fuese porque esta casi encima de mí cualquiera podría ver mi palpitante sexo, es la primera vez que llevo ropa interior abierta fuera de casa. Con su mano izquierda lo introduce tercamente tras lo cual baja mi falda y deja de besarme. Hay una diversión sádica en sus ojos, la de aquel que disfruta de su poder, del ser obedecido pese a los sentimientos contrariados.

Estoy tan mojada que temo mancharme el vestido. Miro alrededor con la naturalidad que mi ego deja que fluya mientras me levanto del sillón. Me sorprende ver que nadie este mirando, entonces no puedo evitar sentirme estúpida por sufrir tanto anticipadamente.

- ¿A donde vas? - pregunta son una sorna sonrisa.
- A fumar – respondo desafiante. Después de esto me lo he ganado, además, coger aire me tranquiliza.
- Si quieres fumar ya sabes qué tienes que hacer – arquea las cejas señalando con la cabeza sus botas.

No puedo creerlo, la respiración se me acelera, miro alrededor, ¿porqué me pone nerviosa algo tan absurdo? Ni que estuviésemos en una tetería. Cojo aire y me arrodillo.

- ¿Por favor Amo puedo fumarme un cigarro? - ¿ya estás contento? Resuena en mi cabeza.
- Lame mi bota – articula con contundencia.

Me quedo pensativa mientras lo miro de reojo, ahora ya estoy agachada, no tengo nada que perder. Dejo la imprenta de mi lengua en esas botas negras que tanto me excitan.

- Buena chica, ve a fumar.

Por el camino topiezo con una mujer muy agradable que me pregunta si salgo a fumar, antes de responder una vibración remueve mi húmeda cueva y doy un respingo. Le dirijo una mirada de desacuerdo, él ríe descaradamente mientras juega con la intensidad y los modos del Zeki con su móvil.

- ¿Estás bien? - puedo ver en ella la complicidad de comprender lo sucedido.
- Sí, claro, perdona, vamos a por las chaquetas que hace frío. - Y lejos del ratio de acción de vibrador remoto, a este paso voy a correrme hablando con Mar. O así dice llamarse...

[1] https://www.youtube.com/watch?v=NO_SLIjxRFY