sábado, 11 de enero de 2020

Historias III

Era la segunda vez que íbamos a vernos, la primera fue un encuentro muy escueto en el cual apenas pudimos siquiera mantener una conversación por motivos ajenos a nosotros.

Estaba nerviosa, a pesar de que a diario manteníamos conversaciones de lo más normales, personalmente me imponía. No sé decir si por su altura o porque era todo un gentleman, al menos en apariencia. De hecho en nuestro encuentro fortuito me puse muy colorada como hacía tiempo que no me sucedía.

El tipo de relación con él era mucho más relajada, no habían normas explícitas. Sabíamos de nuestros gustos pero no había nada pactado, simplemente lo íbamos a dejar fluir.

Llevaba vaqueros ajustados, un jersey de lana color crema y un abrigo y unos tacones del mismo color. Eso sí lo dejó claro, quería que fuese en tacones. Lo cierto es que pensándolo no pensaba ir de otro modo porque con sus casi dos metros, cualquiera se pone a su lado en zapatos planos...

Nos saludamos de forma cordial, alegre, como dos amigos de los de hace tiempo que llevan demasiado sin verse. Esta vez había mantenido los colores de mis mejillas a ralla. Era media tarde y dimos un paseo por la ciudad. Fuimos a cenar pronto porque en esas fechas tan señaladas todo se ponía hasta arriba de gente y queríamos estar tranquilos.

Mientras cenábamos hablábamos de cosas triviales, trabajo, planes que teníamos para los días venideros cargados de cenas y comidas familiares, etc. Hasta que en un momento dado, cuando ya habíamos terminado y esperábamos los postres bostezó.
- ¿Qué te pasa Eric? ¿Te aburro o es que al señor mayor ya se le hace la hora de irse a la cama? - le dije entre risas.
- No me aburres nena, la duda ofende, pero vuélveme a llamar señor mayor y verás, advertida quedas.

Hasta el momento habíamos mantenido una conversación muy desenfadada pero de momento se puso muy serio, le cambió totalmente la forma de moverse. Me recordaba a los militares o los policías cuando se cuadran. Antes de irnos pasé por el baño y cuando me acercaba hacia la salida donde él me esperaba escuché al camarero que le decía que "a su hija se le había olvidado la bufanda". Ya estaba detrás de él, así que le cogí la bufanda al camarero.

- Muchas gracias, somos un despiste, ya sabes el dicho, del tal palo, tal astilla, ¿verdad papá? -  y salí del restaurante riéndome.

Su cara de enfado hacía que me riese más, en realidad no era por burla, era nerviosismo, sabía que el comentario no le había gustado.

- ¿Te divierte? - dijo irritado
- Bueno, yo  no he tenido nada que ver, ha sido él quien ha dicho lo de "su hija"
- ¿Te ha hecho gracia que me confundan con tu padre?
- Bueno, no te ofendas, a mi lado uno de 38 también podría aparentar ser mi padre, sólo ha sido una broma
- Pues no ha tenido gracia
- No seas estúpido, sí la ha tenido, piensa en lo positivo, estás con una jovencita
- Una jovencita que hace comentarios de muy mal gusto e insulta, a eso se le llama mala educación
- Yo no he insultado a nadie - dije enfadada, realmente no consideraba que le hubiese insultado
- Estúpido, el comentario jocoso... los jóvenes de hoy en día no tenéis valores, entre que vuestros padres no os educan y que en el colegio son unos blandos sólo se crean que inútiles
- Ya estamos con las tonterías, tú no puedes opinar porque no tienes hijos, así que  no sabes lo que es educar y yo tengo muchos valores, así que te pones un punto en la boca

Me cogió del brazo y empezó a caminar rápido, tanto que a su lado a mi me tocaba medio correr.

- ¡Basta ya, ¿quieres?! ¡Llevo tacones y no tengo las piernas tan largas como las tuyas!

Estaba realmente enojada, los tacones no eran precisamente cómodos, así que solté mi brazo de su mano de un tirón. La gente que iba por la calle miraba de forma descarada pero nadie dijo nada. Me cogió de la mano y se acercó a mi oído:

- Si te comportas como una niñata, te trataré como a una niñata, así que haz el favor de caminar rapidito porque me da igual montar un espectáculo en la calle

Nunca he soportado que la gente se te quede mirando de ese modo, estaba abochornada así que caminé más rápido y él fue condescendiente y bajó un poco el ritmo. Subimos a su habitación del hotel y nos quitamos las chaquetas. Abrió una botella de vino, sirvió dos copas y nos sentamos en el sofá uno frente al otro sin decir nada. Era un silencio incómodo, yo iba tomando traguitos de la copa mientras él me miraba serio, no sabía si estaba enfadado pero estaba como pensativo.

- ¿Qué te pasa? Te veo pensativo...
- Esperaba que la primera vez que abrieses la boca fuese al menos para disculparte
- ¿Por qué iba a hacerlo? No he hecho nada
- Bueno, veo que tendré que enseñarte las cosas de otro modo

Tiró de mi brazo y me puso sobre su regazo mientras yo de forma refleja intenté echarme atrás.

- No, no, ya te dije que esta posición no me gustaba
- Mira Mara, estas cosas no van así, una cosa es provocarme en juego con cualquier chorrada pero los comentarios jocosos como una niñata acerca de mi edad no te los voy a tolerar - dijo mientras empezaba a darme azotes por encima de los vaqueros - además, no te hace tanta gracia que parezca tu padre, pues así enseñaban antes los padres a las niñas maleducadas como tú

Siguió un rato, a pesar de que llevaba vaqueros, tenía unas manos enormes que ocupaban casi toda una nalga así que empezaba a picar. Con la misma facilidad que antes, me levantó, yo estaba roja como un tomate. Estaba muy avergonzada, en cierto modo me sentía hasta ridícula.

- Quítate los vaqueros - me dijo mientras daba otro trago a la copa y me señalada con ese dedo largo los pantalones.

Vacilé un poco pero lo hice, el jersey era largo por lo que tapaba todo el culotte burdeos que llevaba.

- El jersey también

Debajo del jersey llevaba una camiseta en un tono crudo metalizada que era un poco más corta y dejaba ver la ropa interior. Que me mirase de arriba a abajo me incomodaba, la escena me parecía humillante. Supongo que debió de notar en mi cara algo.

- Bueno, así me vale, túmbate

Me quedé mirándolo y no obedecí, estaba como paralizada por la vergüenza.

- Mara si te tumbo yo empezaré sin bragas

De forma automática dí un paso atrás pero alargó ese brazo largo y me volvió a poner sobre sus piernas. Me bajó las bragas justo hasta debajo del culo y volvió con la azotaina, más rápido, más fuerte, disminuía el ritmo, se centraba sólo en un lado, luego en otro. Ya debía de tenerlo super rojo porque yo ya no aguantaba y empezaba a resoplar.

- ¿Ahora te sigue pareciendo gracioso? Si hubieses mantenido esa boca cerrada y te hubieses comportado eso no te habría pasado, pero como a veces eres tan bocazas, mira como acabas, con el culo rojo

No sabría decir si ese tipo de comentarios me gustan, por un lado me excitan, pero por otro me hacen sentir humillada y no acabo de tener claro si los quiero o no.
Ya cuando empezaba a moverme paró y me dijo que me pusiera de pie, me cogió de la mano y me llevó al escritorio. Al menos las bragas al estar ahí no me hacían caminar torpe, que es algo que siempre he sentido ofensivo.
Me puso frente a él y detrás de mí me quitó la camiseta, se separó unos pasos y escuché cómo se quitaba el cinturón.

- Estás muy sexy así, llevas una ropa interior muy bonita, ese color te favorece, veremos si tu culo termina del mismo color.
- No sigas, porfa, no puedo más - me giré para decírselo, cuando estoy en esos momentos se me pone cara de no haber roto un plato - además no tenemos palabra de seguridad.

Se acercó a mí y empezó a pasarme la mano por la espalda, me acarició el pelo y me lo apartó a un lado. Me besó el hombro, el cuello y me susurró al oído que confiara en él.
Suspiré y miré al techo en señal de aprobación.
El primer azote con el cinturón no me lo esperaba, no me había fijado pero si no era de cuero, era un material parecido porque picaba y mucho. El segundo hizo que apoyara las manos sobre el escritorio. Al tercero ya resoplaba y miraba hacia abajo. Necesitaba centrarme en algo para distraerme un poco del dolor, así que moviendo la cabeza el pelo cayó sobre mi espalda y eché la cabeza un poco hacia atrás en el cuarto azote, que largo lo tenía ya, así casi me llegaba a la cintura. En el siguiente ya no pude aguantarme más y me llevé las manos atrás con un "¡joder!" que no pude reprimir.

- Quita las manos
- No puedo

Se acercó, me cogió de las muñecas y me las volvió a poner sobre el escritorio, me dio un beso en la cabeza, imagino que porque por la altura si no le tocaba agacharse.

- Venga nena que lo estás haciendo muy bien.

Me dio dos más rápidos y paró. Se acercó por detrás y me empezó a acariciar el pelo, el cuello, los hombros, la espalda, el culo y a darme besos por el cuello. Yo permanecía inmóvil, no pensé que fuese a ser tan decidido ni tan duro la primera vez, me pareció un descaro por su parte pero estaba excitada.

- ¿No tienes nada que decirme? - yo negué con la cabeza
- ¿Te portarás mejor la próxima vez? - dijo mientras me pasaba dos dedos entre las piernas

Asentí pero seguí quieta, esperando a que sus dedos siguiesen moviéndose y empapándose.

- No sé si te mereces esto...

Me giré de forma brusca, la humillación, el bochorno y la vergüenza en ese estado se habían esfumado. Le cogí la mano y la llevé hasta mi clítoris mostrándole los movimientos que me gustaban, que me hacían gemir de placer.

- Fóllame, ahora - le ordené

Sonrió, me besó en los labios, me besaba una y otra vez, me mordía el labio de abajo tirando un poco de él, a la vez que me masturbaba con su mano, era tan grande que me metía los dedos y hacía presión con la palma en mi clítoris a la vez. Me encantaba. Se quitó los pantalones y hizo un gesto con la cabeza para que se la chupase, así que me senté en la silla y empecé, cuando ya estaba babeando suficiente paré y se la escupí. Sabía que eso le gustaba. Me empujó la cabeza en un par de ocasiones hasta que me dio una arcada tras lo cual me cogió la mano para que me levantase, retiró la silla y me sentó encima del escritorio. Me dio el preservativo para que se lo pusiera y empezó a metérmela de forma brusca, con cada embestida yo gemía, cada vez iba más rápido y yo gemía más fuerte. Lo empujé suavemente, me bajé y lo llevé de la mano a la cama, me puse a gatas y él empezó de nuevo, los dos nos movíamos al ritmo y no tardé en terminar...