domingo, 19 de marzo de 2017

Libros eróticos

He leído pocos libros eróticos de BDSM pero innumerables sinopsis y es por eso que me gustaría hacer una reflexión sobre ello. 
Está claro que los libros son ficción, sin embargo, de vez en cuando echo de menos un poco de realismo (al margen de las sesiones propiamente dichas) en lo que a las interrelaciones personales se refiere.
El perfil de la sumisa suele ser una chica joven, físicamente perfecta, inteligente, educada,  que parece fuerte pero es frágil, que normalmente parte de poca o ninguna experiencia en el mundo BDSM pero que, sorprendéntemente de primeras no tiene excesivos límites claros y que, además, en poco tiempo los acaba sobrepasando.
El perfil del Amo normalmente tiene mucha experiencia y es joven, fuerte, esbelto, guapo, educado, adinerado y con un sentido arácnido en cuanto a necesidades, pensamientos y sentimientos de la sumisa se refiere. En unos cuantos de los que he leído en su infancia ha sufrido malos tratos en su ambiente cercano o viene de una familia desestructurada.
El azar suele ser quien les lleva a conocerse, hay una fiesta por el medio, problemas porque uno de los dos no esperaba más que sesiones y sexo pero lucha con sus sentimientos porque crecen de manera desmesurada por la otra persona (cosa inusual en el sujeto) y finalmente sucumben a ser felices y comerse azot... digo perdices.
Me gustaría un libro más común donde mostraran una convivencia 24/7 en casas que no sean mansiones con mazmorras. El BDSM en una casa donde haya que cocinar, poner la colada, limpiar, esas cosas que suele hacer la gente de clase media en casa.
Actualmente estoy leyendo un libro llamado “Sí, mi Señor” que me está gustando bastante (sí, me atrevo a escribir sin haberlo terminado) y del cual tengo que hacer alabanza en algo y es que por fin la protagonista en la que se fija el apuesto Amo no es una barbie, es una chica físicamente normal, sí, extremadamente inteligente, pero por algo se empieza... 

Un día cualquiera

Estamos en la habitación. Hace calor por lo que sólo llevo la ropa interior, una camiseta y el pelo recogido. Me pone el collar con la correa. Tira de mis bragas y anuda las cuatro cintas a los dos tobillos y las dos muñecas. Recibo la orden clara de tumbarme en la cama mirando hacia arriba. Me ata las manos a los pies quedando con las piernas abiertas. Se posiciona en mi cabeza quedando su escroto en mi boca. Mete algo en mi vagina y después en mi ano, volvemos al jengibre. Siento excitación. Sé lo que debo hacer y pongo mucho esmero en hacerlo bien, después de lo del lavavajillas no puedo permitirme ponerme caprichosa así que lamo con ahínco todo lo que se me ofrece. Tras un largo rato retira las cintas y me ordena ponerme a cuatro patas. Noto los azotes con el cepillo, esta vez más fuerte que otras veces, se va enrojeciendo mi piel, escuece, pica y coge volumen. Ahora el flogger, no me gusta mucho porque no controla demasiado a dónde van los azotes pero esta vez lo agradezco, si fuesen en el mismo lugar donde han caído los demás azotes tendría un problema. Cuando termina tira de la correa haciendo que baje de la cama a cuatro patas y me indica recoger con la boca las bragas del suelo. Obedezco. Tira de la correa con un gesto que indica que suba a la cama a cuatro patas. Entra en mí, estoy excitada, me encanta, quiero correrme y lo pido como sé que debo hacerlo. No sé que me sucede pero a pesar de la orden de que termine no lo consigo. Pone todas las bragas dentro de mi boca un tanto enfadado mientras me reprocha no haberle obedecido. Ahora estoy a cuatro patas y empieza a darme fuerte. No sé si siento más dolor o placer. Gimo. Vuelvo a suplicar que me deje correrme pero la respuesta es “No”. Me cuesta, intento pensar en otras cosas pero no puedo. Consigo controlarme. Al rato me ordena que me corra y termino. Las contracciones del orgasmo hacen que el jengibre me escueza más. Termina mi Amo. Me encanta oírlo terminar. A veces con tan sólo rozarle el pecho puedo sentir su corazón latiendo desbocado. Vamos a la bañera donde casi siempre termina nuestro ritual. Me besa, siempre me besa al final. Hasta ahora me ha parecido siempre una cosa rutinaria, como que me lo merecía, pero ahora escribiéndolo me parece algo de agradecer. A ud, mi Amo, agradezco su cariño infinitamente.

sábado, 11 de marzo de 2017

Estúpido lavavajillas

Terminamos de cenar, hay que poner el lavavajillas. Como de costumbre lo pone Sion porque no sé cómo funciona, gira la cabeza y mira hacia la mesa malhumorado. Me ordena que vaya hacia allí y me señala el cesto de los cubiertos. Lo miro con cara de desconcierto.

- ¿Qué te dije que pasaría la próxima vez que no pusieras bien los cubiertos?
- No lo recuerdo Amo.
- Te dije que te castigaría. ¿Verdad?
- Sí, Amo.

Me coge del brazo y me dirige a la mesa, pone su mano en la espalda reclinándome sobre ella, me me baja las bragas hasta las rodillas y me ordena que separe las piernas. Lo oigo alejarse y subir por las escaleras. Pasa un rato, quizá poco pero se me hace muy largo. No sé que hará. Me pregunto cómo va a castigarme. No es para tanto, tampoco se ha caído ningún cubierto abajo, podría haber sido peor. Lo escucho bajar las escaleras, me abre las nalgas me pone lubricante y vuelve a la cocina. Al regresar me pone el plug, por su brusquedad se nota que está enfadado. Me escuece, debe haberle puesto jengibre. Una vez me lo ha metido entero me lleva frente al lavavajillas y tira de mi cintura haciendo que mi culo quede más expuesto. Noto mi culo ardiendo tras unos azotes con el cepillo grande de madera.

- Ponlo como corresponde.

Me apresuro a cambiar las cosas de lugar y meter las pocas que quedaban mientras recibo otros azotes. No respondo. Es una de las primeras reprimendas que recibo y me siento algo desconcertada dado que es algo que ni recordaba que no debía hacer. Por otro lado me siento algo abochornada porque el recibir un castigo no es algo que me suela suceder. Quizá en el fondo me humille, quizá me sienta como que he fallado, quizá un poco de ambas. Termino la tarea y Sión me ordena que le mire. Me giro hacia él e intento mirarle a los ojos, aunque me es complicado, sin querer la mirada se me va hacia el suelo.

- Bien, espero que hayas aprendido. La próxima vez no seré tan bueno.

Me quedo callada, cuando me siento avergonzada me cuesta hablar.

- ¿Qué tienes que decir?
- No lo volveré a hacer Amo.
- Espero que no se repita.

Me da otro azote y me dice que no lo olvide, después me da un beso y me ordena subir a quitarme el plug.