domingo, 2 de febrero de 2020

Historias IV

Hacía ya un tiempo que me sentía insatisfecha con mi profesión y decidí realizar la carrera que me planteé al terminar la selectividad y no hice porque no tenía salida.
Hay asignaturas comunes por lo que intenté convalidarlas, una en concreto no me la convalidaron y eso es algo que me dio mucha rabia.
Ir a clase no es algo que me guste, ni que haya hecho en mi anterior carrera, pero siempre se me han dado bien los estudios así que solía aprobar. Sin embargo, ahora exigen asistencia en muchos casos, y en esta, era requisito para aprobar, aunque yo en ese momento no lo sabía. Había sacado un 4.8 en el examen y entre 8 y 10 en los trabajos. Como los trabajos eran un 10% de la nota no entendía el por qué de mi suspenso así que me fui a la revisión del examen hecha un basilisco.

Me perdí un par de veces porque la universidad la pisaba poco, pero al final encontré el despacho. Al llegar la puerta estaba abierta. En la puerta había una placa de metal que ponía "Dpto Física" y abajo "Dr. Serra". Me hizo gracia que fuese doctor, seguro que era el típico estirado que luego no tiene ni idea del mundo laboral.

- Buenas tardes - dije extendiéndole la mano al Dr Serra - Mara Portals, vengo a la revisión del examen de estadística
- Buenas tardes Mara - me dijo estrechándome la mano de forma firme - siéntese

Rebuscó entre todos los exámenes el mío y me lo extendió.

- Aquí lo tiene, un cuatro con ocho

Revisé el examen y estaba todo correcto.

- Los trabajos son un 10% y yo tengo muy buenas calificaciones, ¿por qué me ha suspendido? - le dije en un tono que dejaba ver totalmente mi enfado y desaprobación
- La asistencia de esta asignatura es obligatoria, si no tiene al menos un 80% de asistencia, el resto no sirve de nada, y además, para que le cuenten los trabajos es necesario el mínimo de aprobar, requisitos mínimos que usted no cumple
- Solicité la convalidación y me la denegó, ahora me suspende por dos décimas una asignatura que ya he cursado
- No en esta universidad, y a la vista está, que no da la talla
- No he estudiado así que no me diga si doy o no la talla, su asignatura es absurda y de nada sirve, cosa que ya he comprobado
- Es usted muy soberbia señorita Portals
- Mara - odio que me llamen por mi apellido
- No puede venir, además así vestida y exigir un aprobado que no se merece

Bueno, eso era ya lo último que me podía decir para que montara en cólera, primero no me la convalidaba y ahora pretendía que pasase por el aro del nuevo y estúpido sistema que habían creado con el Plan Bolonia que en nada ha mejorado la educación. ¡Y encima juzgando mi vestuario! Iba con una falda de tiro alto de color caqui de ante, un jersey beige y una chaqueta y unos tacones del mismo color, ni que estuviésemos en el siglo pasado. Además la falda no era tan corta como para que me hiciese ese comentario.Si pretendía sacarme de mis casillas, lo había conseguido. El tema de que los profesores eran como la ley ya lo había superado en mi anterior carrera, ya no me daba ningún reparo tratarlos de igual o juzgarlos.

- Mire señor Serra, me molestó mucho que me denegase la solicitud, podrá negarse a aprobarme, pero juzgar mi vestuario no pienso consentírselo, no sé quién se ha creído que es para realizar un comentario de ese tipo
- Su profesor, soy su profesor - dijo muy calmado recostándose en su silla
- Un profesor muy retrógrado. Además si fuese un mínimo de bueno, habría conseguido que fuese a sus clases y estudiase

Se levantó y cerró la puerta.

- No acude a las clases obligatorias, realiza un examen mediocre, tiene la poca decencia de decirme que no ha estudiado ¿y pretende que la apruebe? ¿por qué? ¿por la cara? ¿y qué pretendía viniendo así vestida?
- ¡Lo que me faltaba! ¡Así vestida! Yo no hago comentarios acerca del mal gusto que tiene vistiendo, es usted un maleducado. En vista que tanto le desagrada mi apariencia, ¿por qué no me aprueba y así nos evitamos tener que vernos nunca más?
- ¿Y si quisiera volver a verla?

La respuesta me dejó fuera de juego. Parece que el título de Doctores viene con un palo de escoba metido por el culo, y así, con su actitud de estirado me estaba diciendo que quería volver a verme.

No era muy atractivo, pelirrojo, sin mucho pelo y un cuerpo normal. Era joven, eso sí, no debía de tener más de 36 años. Para su edad vestía francamente anticuado.

- Bien, le diré lo que haremos, le pondré un diez si se queda y durante los próximos veinte minutos acepta hacer todo lo que le pida, si no puede salir por la puerta, se queda con su suspenso y nos veremos el año que viene en clase
- ¿Qué va a pedirme? - se me pasaron mil cosas por la cabeza y ninguna que no estuviese relacionada con el sexo
- Eso sólo puede saber si acepta
- ¿Si quiero parar en algún momento podré irme con el suspenso?
- Sí, por supuesto ni qué decir que aquí no ha pasado nada en cuanto salga por la puerta

Vacilé un rato. Él se sentó y se quedó mirándome, no tengo claro si estudiaba mi lenguaje no verbal o pretendía intimidarme.

- Tómese su tiempo señorita Portals - dijo mientras se mecía en la silla
- Mara
- Tómese su tiempo Mara
- Acepto pero puede tutearme
- ¿Estás segura de tu decisión?

Nunca he entendido a las personas que cuando tomas una decisión importante te hacen dudar preguntando si estás segura, aquel día estaba muy irascible, en el fondo creo que cualquier cosa que hubiese dicho me hubiese molestado.

- Sí - dije lo más segura que pude
- Bien, inclínate y apoya las manos en la mesa en un ángulo de 90 grados.

Dudé un poco. Él me miró arqueando una ceja. Me habría esperado que quisiera algún favor sexual, una felación o algo similar, esa posición me hacía dudar de cómo iba a discurrir el acto sexual. Se puso detrás de mi y me puso la mano en la espalda empujándome hacia abajo.

- He dicho 90 grados, ¿siempre te cuesta tanto entender las cosas?
- No, siempre y cuando no implique dejar mi orgullo a la altura del betún - dije enfadada
- Ese es tu problema, demasiado orgullo

Escuché la hebilla del cinturón y de reojo vi cómo lo doblaba. ¿Realmente iba a azotarme? Pues sí, salí de dudas pronto porque el primer azote llegó en seguida, el segundo, el tercero... perdí la cuenta. Cuando paró me incorporé pero  no fui capaz de girarme.

- No te he dado permiso para moverte Mara

Volví a la posición. Me subió la falda, me bajó las medias y me pasó la mano por el pelo, la espalda y luego el culo. Eran como caricias, en cierto modo lo agradecí porque me escocía un poco. Tiró de mi culot hacia arriba dejando mis nalgas al descubierto, se separó un poco y continuó con la azotaina. Dejó el cinturón en la mesa, me bajó despacio las bragas hasta dejarlas justo debajo de mi culo y me acarició las nalgas.

- ¿Por qué has suspendido?
- Porque no he estudiado
- ¿Y cómo te atreves a exigirme nada sin haber cumplido ninguna de tus responsabilidades? ¿Qué clase de persona eres? - me dijo dándome otros dos azote, esta vez más fuerte y centrándose en el mismo lugar
- He aprobado esta asignatura con anterioridad y no me parece justo lo que has hecho

La respuesta pareció no gustarle porque siguió dándome en la misma zona una y otra vez.

- Eso será en otra facultar, aquí no eres lo suficientemente buena - cambió de nalga y volvió a empezar, fuerte y firme - Así pues, ¿has hecho bien en venir? - otra nalgada.
- No - aquí ya estaba colorada
- Eso está mucho mejor

Me cogió de la muñeca, me giró y se puso a dos centímetros de mi cara, su mano estaba a la altura de mi vagina

- Si la tocara, ¿estaría húmeda? - me quedé paralizada - ¿qué le sucede a tu orgullo ahora?

No respondí y mi cara debió de ponerse del color de mi culo.

- Tu dignidad empieza a caer entre tus piernas, Mara

Me pasó la mano por mi sexo y luego la acercó a mi boca. Eché la cabeza hacia atrás en desaprobación.

- ¿Hace este tipo de guarradas con todas?

Seguía con el cinturón en la otra mano y lo levantó un poco a modo de señal de reanudar. Abrí la boca y lamí sus dedos,

- No, no suelen venir como tú, me estoy empleando a fondo, ¿no querías un diez?
- Si
- Pues aunque no lo creas lo estás haciendo bastante bien

Volvió a pasar su mano entre mis piernas mojadas y a meter y sacar dos dedos en mi boca. Con la otra mano cogió la mía y la puso sobre su pantalón. Podía notar su erección a la perfección. No dejaba de mirarme a los ojos, yo hacía lo mismo.
Desabroché el pantalón, bajé su cremallera y metí la mano en sus calzoncillos. Él bajó su mano a mi vagina y empezó a meter dos dedos, tres. Nos masturbábamos mutuamente. Cerré los ojos y levanté la cabeza como si mirase al techo. Le pasaba la mano por el pene, apretando, firme, de vez en cuando me centraba en la punta y volvía a descender apretando un poco más. Él metía y sacaba sus dedos, hacía presión en una de las paredes mientras con el pulgar masajeaba mi clítoris. Bajé la cabeza, abrí los ojos, aparté mi mano y quité la suya. Le cogí de la muñeca y tiré de él hacia su mesa hasta quedar nuevamente apoyada, al tenerlo delante me puse de puntillas, tiré de él un poco hacia abajo y lo besé. Me senté en la mesa con la falda arromangada y me senté en el escritorio con las piernas abiertas. Siguió masturbándome con una mano y con la otra se masturbaba él mientras no dejaba de mirarme a los ojos. Me cogió de la mandíbula y me hizo mirarle a los ojos.

- Mírame - me ordenó

De forma súbita sacó sus dedos y me la metió entera, buscando profundidad, la unión de las caderas. De vez en cuando hacía pequeños círculos con las caderas, buscando la máxima fricción, notando con su punta el final, notando como se vuelve estrecha y presiona su miembro. Entró y salió unas cuantas veces, de forma rápida, intensa.
Cogí su mano, chupé dos dedos y se los puse en mi clítoris, haciendo presión con movimientos circulares. Me puse de pie y me giré de espaldas a él apoyándome en el escritorio. Le miré de reojo y le dije que termináramos así.

- ¿Qué nota quieres? ¿Un nueve? - dijo pasando su miembro por mi vagina - ¿O un diez? - dijo mientras lo frotaba por mi culo

Me quedé fría, no me lo esperaba. Estaba muy excitada y la respuesta que dí no me la esperaba ni yo misma.

- Si vas a tener cuidado un diez, ¿lo tendrás?
- Siempre lo tengo

Me cogió de los hombros, bajó sus manos por mi espalda, por mis nalgas, las abrió y me puso la mano frente a mi cara

- Escupe

Escupí toda la saliva que pude. Empezó a lubricarme con mis babas y empezó a trabajar mi culo, primero un dedo, luego dos, tres. Mi respiración era entrecortada, pendiente de todos sus movimientos.

- Sexo anal por un diez, dónde has llegado... - me dijo con sorna
- Si me vas a juzgar paramos ahora mismo - dije tajante
- Perdona, no lo haré - dijo mientras me pasaba la mano por el pelo, imagino que a modo disculpa
- Y ahora dime una cosa, ¿te ha excitado azotarme?
- Sí - dijo mientras seguía metiendo y sacando los dedos de mi culo
- ¿Porque te excita azotar a las mujeres? ¿O porque te gusta ponerlas en su sitio? - dije gimiendo
- Me gusta como tu actitud dominante ha bajado a la de ser una mujer azotada - en su tono de voz se notaba la excitación

Empezó a meterla despacio, hasta el fondo, poco a poco aumentaba el ritmo. Con una mano me masajeaba el clítoris. Se podía escuchar el sonido de su cadera al chocar con mis nalgas. Dejó de tocarme y me dio un fuerte azote mientras con la otra mano ahogaba mi grito de sorpresa. La humedad de mi vagina bajaba en forma de gotas entre mis piernas. La sacó del todo y la volvió a meter de golpe mientras me cogía el pelo enredado en su mano. Aumentaba el ritmo y seguía dándome azotes de vez en cuando. Estaba tan excitada que no sentía dolor, solo placer y un leve escozor. Cada vez gemía más fuerte y no podía controlarme. Me volvió a tapar la boca y terminé con gemidos ahogados. Él no tardó en seguirme y se quedó dejando caer parte de su peso sobre mi espalda, podía notar su sudor.

- Tienes un diez - y me dio un beso en la cabeza.



sábado, 11 de enero de 2020

Historias III

Era la segunda vez que íbamos a vernos, la primera fue un encuentro muy escueto en el cual apenas pudimos siquiera mantener una conversación por motivos ajenos a nosotros.

Estaba nerviosa, a pesar de que a diario manteníamos conversaciones de lo más normales, personalmente me imponía. No sé decir si por su altura o porque era todo un gentleman, al menos en apariencia. De hecho en nuestro encuentro fortuito me puse muy colorada como hacía tiempo que no me sucedía.

El tipo de relación con él era mucho más relajada, no habían normas explícitas. Sabíamos de nuestros gustos pero no había nada pactado, simplemente lo íbamos a dejar fluir.

Llevaba vaqueros ajustados, un jersey de lana color crema y un abrigo y unos tacones del mismo color. Eso sí lo dejó claro, quería que fuese en tacones. Lo cierto es que pensándolo no pensaba ir de otro modo porque con sus casi dos metros, cualquiera se pone a su lado en zapatos planos...

Nos saludamos de forma cordial, alegre, como dos amigos de los de hace tiempo que llevan demasiado sin verse. Esta vez había mantenido los colores de mis mejillas a ralla. Era media tarde y dimos un paseo por la ciudad. Fuimos a cenar pronto porque en esas fechas tan señaladas todo se ponía hasta arriba de gente y queríamos estar tranquilos.

Mientras cenábamos hablábamos de cosas triviales, trabajo, planes que teníamos para los días venideros cargados de cenas y comidas familiares, etc. Hasta que en un momento dado, cuando ya habíamos terminado y esperábamos los postres bostezó.
- ¿Qué te pasa Eric? ¿Te aburro o es que al señor mayor ya se le hace la hora de irse a la cama? - le dije entre risas.
- No me aburres nena, la duda ofende, pero vuélveme a llamar señor mayor y verás, advertida quedas.

Hasta el momento habíamos mantenido una conversación muy desenfadada pero de momento se puso muy serio, le cambió totalmente la forma de moverse. Me recordaba a los militares o los policías cuando se cuadran. Antes de irnos pasé por el baño y cuando me acercaba hacia la salida donde él me esperaba escuché al camarero que le decía que "a su hija se le había olvidado la bufanda". Ya estaba detrás de él, así que le cogí la bufanda al camarero.

- Muchas gracias, somos un despiste, ya sabes el dicho, del tal palo, tal astilla, ¿verdad papá? -  y salí del restaurante riéndome.

Su cara de enfado hacía que me riese más, en realidad no era por burla, era nerviosismo, sabía que el comentario no le había gustado.

- ¿Te divierte? - dijo irritado
- Bueno, yo  no he tenido nada que ver, ha sido él quien ha dicho lo de "su hija"
- ¿Te ha hecho gracia que me confundan con tu padre?
- Bueno, no te ofendas, a mi lado uno de 38 también podría aparentar ser mi padre, sólo ha sido una broma
- Pues no ha tenido gracia
- No seas estúpido, sí la ha tenido, piensa en lo positivo, estás con una jovencita
- Una jovencita que hace comentarios de muy mal gusto e insulta, a eso se le llama mala educación
- Yo no he insultado a nadie - dije enfadada, realmente no consideraba que le hubiese insultado
- Estúpido, el comentario jocoso... los jóvenes de hoy en día no tenéis valores, entre que vuestros padres no os educan y que en el colegio son unos blandos sólo se crean que inútiles
- Ya estamos con las tonterías, tú no puedes opinar porque no tienes hijos, así que  no sabes lo que es educar y yo tengo muchos valores, así que te pones un punto en la boca

Me cogió del brazo y empezó a caminar rápido, tanto que a su lado a mi me tocaba medio correr.

- ¡Basta ya, ¿quieres?! ¡Llevo tacones y no tengo las piernas tan largas como las tuyas!

Estaba realmente enojada, los tacones no eran precisamente cómodos, así que solté mi brazo de su mano de un tirón. La gente que iba por la calle miraba de forma descarada pero nadie dijo nada. Me cogió de la mano y se acercó a mi oído:

- Si te comportas como una niñata, te trataré como a una niñata, así que haz el favor de caminar rapidito porque me da igual montar un espectáculo en la calle

Nunca he soportado que la gente se te quede mirando de ese modo, estaba abochornada así que caminé más rápido y él fue condescendiente y bajó un poco el ritmo. Subimos a su habitación del hotel y nos quitamos las chaquetas. Abrió una botella de vino, sirvió dos copas y nos sentamos en el sofá uno frente al otro sin decir nada. Era un silencio incómodo, yo iba tomando traguitos de la copa mientras él me miraba serio, no sabía si estaba enfadado pero estaba como pensativo.

- ¿Qué te pasa? Te veo pensativo...
- Esperaba que la primera vez que abrieses la boca fuese al menos para disculparte
- ¿Por qué iba a hacerlo? No he hecho nada
- Bueno, veo que tendré que enseñarte las cosas de otro modo

Tiró de mi brazo y me puso sobre su regazo mientras yo de forma refleja intenté echarme atrás.

- No, no, ya te dije que esta posición no me gustaba
- Mira Mara, estas cosas no van así, una cosa es provocarme en juego con cualquier chorrada pero los comentarios jocosos como una niñata acerca de mi edad no te los voy a tolerar - dijo mientras empezaba a darme azotes por encima de los vaqueros - además, no te hace tanta gracia que parezca tu padre, pues así enseñaban antes los padres a las niñas maleducadas como tú

Siguió un rato, a pesar de que llevaba vaqueros, tenía unas manos enormes que ocupaban casi toda una nalga así que empezaba a picar. Con la misma facilidad que antes, me levantó, yo estaba roja como un tomate. Estaba muy avergonzada, en cierto modo me sentía hasta ridícula.

- Quítate los vaqueros - me dijo mientras daba otro trago a la copa y me señalada con ese dedo largo los pantalones.

Vacilé un poco pero lo hice, el jersey era largo por lo que tapaba todo el culotte burdeos que llevaba.

- El jersey también

Debajo del jersey llevaba una camiseta en un tono crudo metalizada que era un poco más corta y dejaba ver la ropa interior. Que me mirase de arriba a abajo me incomodaba, la escena me parecía humillante. Supongo que debió de notar en mi cara algo.

- Bueno, así me vale, túmbate

Me quedé mirándolo y no obedecí, estaba como paralizada por la vergüenza.

- Mara si te tumbo yo empezaré sin bragas

De forma automática dí un paso atrás pero alargó ese brazo largo y me volvió a poner sobre sus piernas. Me bajó las bragas justo hasta debajo del culo y volvió con la azotaina, más rápido, más fuerte, disminuía el ritmo, se centraba sólo en un lado, luego en otro. Ya debía de tenerlo super rojo porque yo ya no aguantaba y empezaba a resoplar.

- ¿Ahora te sigue pareciendo gracioso? Si hubieses mantenido esa boca cerrada y te hubieses comportado eso no te habría pasado, pero como a veces eres tan bocazas, mira como acabas, con el culo rojo

No sabría decir si ese tipo de comentarios me gustan, por un lado me excitan, pero por otro me hacen sentir humillada y no acabo de tener claro si los quiero o no.
Ya cuando empezaba a moverme paró y me dijo que me pusiera de pie, me cogió de la mano y me llevó al escritorio. Al menos las bragas al estar ahí no me hacían caminar torpe, que es algo que siempre he sentido ofensivo.
Me puso frente a él y detrás de mí me quitó la camiseta, se separó unos pasos y escuché cómo se quitaba el cinturón.

- Estás muy sexy así, llevas una ropa interior muy bonita, ese color te favorece, veremos si tu culo termina del mismo color.
- No sigas, porfa, no puedo más - me giré para decírselo, cuando estoy en esos momentos se me pone cara de no haber roto un plato - además no tenemos palabra de seguridad.

Se acercó a mí y empezó a pasarme la mano por la espalda, me acarició el pelo y me lo apartó a un lado. Me besó el hombro, el cuello y me susurró al oído que confiara en él.
Suspiré y miré al techo en señal de aprobación.
El primer azote con el cinturón no me lo esperaba, no me había fijado pero si no era de cuero, era un material parecido porque picaba y mucho. El segundo hizo que apoyara las manos sobre el escritorio. Al tercero ya resoplaba y miraba hacia abajo. Necesitaba centrarme en algo para distraerme un poco del dolor, así que moviendo la cabeza el pelo cayó sobre mi espalda y eché la cabeza un poco hacia atrás en el cuarto azote, que largo lo tenía ya, así casi me llegaba a la cintura. En el siguiente ya no pude aguantarme más y me llevé las manos atrás con un "¡joder!" que no pude reprimir.

- Quita las manos
- No puedo

Se acercó, me cogió de las muñecas y me las volvió a poner sobre el escritorio, me dio un beso en la cabeza, imagino que porque por la altura si no le tocaba agacharse.

- Venga nena que lo estás haciendo muy bien.

Me dio dos más rápidos y paró. Se acercó por detrás y me empezó a acariciar el pelo, el cuello, los hombros, la espalda, el culo y a darme besos por el cuello. Yo permanecía inmóvil, no pensé que fuese a ser tan decidido ni tan duro la primera vez, me pareció un descaro por su parte pero estaba excitada.

- ¿No tienes nada que decirme? - yo negué con la cabeza
- ¿Te portarás mejor la próxima vez? - dijo mientras me pasaba dos dedos entre las piernas

Asentí pero seguí quieta, esperando a que sus dedos siguiesen moviéndose y empapándose.

- No sé si te mereces esto...

Me giré de forma brusca, la humillación, el bochorno y la vergüenza en ese estado se habían esfumado. Le cogí la mano y la llevé hasta mi clítoris mostrándole los movimientos que me gustaban, que me hacían gemir de placer.

- Fóllame, ahora - le ordené

Sonrió, me besó en los labios, me besaba una y otra vez, me mordía el labio de abajo tirando un poco de él, a la vez que me masturbaba con su mano, era tan grande que me metía los dedos y hacía presión con la palma en mi clítoris a la vez. Me encantaba. Se quitó los pantalones y hizo un gesto con la cabeza para que se la chupase, así que me senté en la silla y empecé, cuando ya estaba babeando suficiente paré y se la escupí. Sabía que eso le gustaba. Me empujó la cabeza en un par de ocasiones hasta que me dio una arcada tras lo cual me cogió la mano para que me levantase, retiró la silla y me sentó encima del escritorio. Me dio el preservativo para que se lo pusiera y empezó a metérmela de forma brusca, con cada embestida yo gemía, cada vez iba más rápido y yo gemía más fuerte. Lo empujé suavemente, me bajé y lo llevé de la mano a la cama, me puse a gatas y él empezó de nuevo, los dos nos movíamos al ritmo y no tardé en terminar...