domingo, 18 de noviembre de 2018

Cuando menos te lo esperas


Conducir me ayuda a relajar la mente, me evade del mundo, sobre todo en los trayectos largos. Suena pereza y Él duerme. Me gusta que duerma mientras conduzco porque así no me riñe cuando excedo la velocidad permitida, aunque no voy excesivamente rápido pero es muy meticuloso con eso de los límites de velocidad. Vamos a hacer noche en una ciudad donde conoceremos a una pareja con la cual llevamos charlando algún tiempo. Tras hacer el check-in y arreglarnos salimos hacia el restaurante donde habíamos quedado. Como de costumbre llegábamos tarde, un paso suyo son dos míos y los zapatos no me ayudan a caminar rápido así que me quejo y le pido que vayamos más despacio sin resultado y llevándome algún reproche sobre mi elección del calzado. Al llegar al restaurante les escribimos y una pareja que estaba sentada en la barra se acerca a saludar, son ellos.
La cena discurre tranquila con la típica conversación banal. Tras dos copas de vino y una cena estupenda llegamos a mi plato favorito, una tarta de limón con base de galleta, sólo de mirarla empiezo a salivar.

Jorge: Bueno mara, Sion me contó que últimamente fantaseas con la idea de ser humillada y azotada por otra persona.

En ese momento no tenía claro por cual de todos los motivos iba a acabar muriendo, si por la saliva que se me había ido por el otro lado y me había atragantado, por el hecho de que mi Amo le hubiese contado esa intimidad sin decírmelo, por la vergüenza que pasé por ver cómo me lo decía delante de los tres o por habérmelo dicho en el restaurante en el cual puede que alguna de las mesas circundantes nos hubiesen escuchado. Cuando me siento avergonzada se me pone la cara muy roja y sudo, no puedo evitarlo. A veces hasta se me ponen los ojos vidriosos. Ni siquiera me vi capaz de responder por lo que me limité a mirar a mi Amo, mirar a Jorge mientras esbozaba una pequeña sonrisa el tiempo justo como para que no se sintiese ignorado e intentar seguir comiendo con la mayor normalidad que pude fingir. Creo que se dieron cuenta de mi incomodidad porque no volvieron a sacar el tema.

Inés: ¿Queréis venir a casa a tomar una copa? Aún es pronto.
Sion: Sí, ¿por qué no? ¿te apetece?
Mara: Sí, claro.

El trayecto hacia su casa se me hizo corto, los pies ya no me dolían tanto, señal inequívoca de que las copas de vino habían hecho efecto ya que no suelo beber. El piso era bastante acogedor. En las casas ajenas siempre me siento rara al principio. Yo me quedé charlando en el salón con Inés, era profesora y me contaba anécdotas que hacían que me riese a carcajadas. Es raro pero me relajé. Cuando Sion y Jorge volvieron de la cocina con las bebidas los hielos ya estaban medio derretidos.

Mara: cualquiera diría que la habéis destilado vosotros mismos.

Se rieron y nadie añadió nada al comentario. Sacaron un juego de mesa que nos mantenía entretenidos mientras charlábamos. Inés cogió un cigarro.

Jorge: si te lo quieres fumar arriba en la terraza.
Inés: bueno pues hacemos una pausa que ya no aguanto más.
Mara: vale, así voy al baño.
Sion: ¿tiene buenas vistas la terraza?
Jorge: sí, que te la enseñe.

Mientras pensaba que el chorro no iba a terminar nunca me vibró la falda, era un mensaje de Sion en el que decía “haz lo que te diga”. Aquello me sonaba muy mal, el corazón me iba muy rápido y empezaba a sudar. Tras vacilar unos minutos me atrevía salir del baño.

Jorge: ya empezaba a pensar que se te había tragado la taza.
Mara: ja ja ja muy agudo.

Mi tono era burlón, tampoco me conocía tanto como para hacerme un comentario así.

Mara: ¿Y Sion e Inés?
Jorge: arriba en la terraza, Inés esta fumando.
Mara: ¿Tú no fumas?
Jorge: Sí
Mara: ¿Subimos?
Jorge: No.

Se hizo un silencio incómodo que Jorge rompió pronto.

Jorge: Bueno, aún no me has respondido a la pregunta que te hice en la cena.
Mara: ¿A cual?

Sabía perfectamente a cual pero empezaba a imaginarme por dónde iba la cosa y estaba muy nerviosa.

Jorge: Sion me contó que fantaseas con que otra persona te humille azotándote
Mara: eso no es una pregunta... pero sí, es verdad aunque me imagino por dónde queréis ir y no.
Jorge: ¿No? Te ha dicho que me obedezcas, tranquila, será algo rápido, sólo veinte con la mano. Ponte sobre mis rodillas.
Mara: te he dicho que no

Realmente lo decía muy en serio. Mi cabeza me decía que no aunque mi coño se mojaba. Una cosa era la fantasía y otra era la realidad y mi orgullo me lo impedía. Además una cosa son los azotes y otra los azotes en esa posición tan ridícula, que tuviese cuarenta y tantos hacía que esa posición me pareciese más humillante aún, si cabe.

Jorge: bueno, te los voy a dar de un modo y otro, quedan exactamente ocho minutos para que bajen, tú decides si lo quieres íntimo y rápido o quieres esperar a que bajen, te atemos y todos podamos contemplar cómo los recibes.

Eso realmente me dejó descolocada. Por un lado no pensé que mi Amo fuese capaz de hacerme algo así. Por otro, nunca pensé que fuese capaz de dejar que otra persona me tocase y me había dejado el mensaje muy claro... Miré mi móvil, había pasado un minuto desde que empezó a hablar.

Mara: en esa posición no, sobre la mesa
Jorge: voy a añadir diez por tu falta de modales, aquí no decides tú. El tiempo sigue pasando, mara.

Cuando me tumbé ya tenía la cara que podrían haber freído un huevo en ella. Tras tumbarme me subió la falda y me bajó las medias. Ni siquiera pude mirar de reojo, cogí aire y lo retuve. Levaba un culotte así que la mitad de las nalgas ya estaban al descubierto. Los azotes eran firmes, tres seguidos en una nalga y otros tres en la otra, luego uno y uno alternando ambas. Cuando llegó más o menos a la veintena tiró de mis bragas hacia arriba dejando mi culo completamente al descubierto y los azotes restantes se sucedieron muy rápido. Estaba tan excitada como humillada. Parte de mí se había dejado ir, es algo que me sucede en determinadas situaciones. Había terminado hacía unos segundos pero Jorge me pasaba la mano por las nalgas rozando de vez en cuando mi coño. Yo permanecía tumbada tan mojada que parecía que hubiese tenido un escape, el hecho de que comprobase cuán excitada estaba hacía que me avergonzase más. Mi mente intentaba asimilar lo sucedido cuando el sonido de la llave y la puerta me sacó de mi mundo. Creo que nunca me he subido las medias tan rápido, me senté en el sofá a su lado con las piernas cruzadas como si nada hubiese sucedido.

Jorge: vamos a seguir con el juego, creo que alguien ha aprendido a que no debe hacer trampas si no quiere ser castigada
Mara: ¡yo no he hecho trampas!
Jorge: hablaba de Inés

Miré a Inés que estaba tan roja como yo hacía diez minutos...

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