Conducir me ayuda a relajar la mente,
me evade del mundo, sobre todo en los trayectos largos. Suena pereza
y Él duerme. Me gusta que duerma mientras conduzco porque así no me
riñe cuando excedo la velocidad permitida, aunque no voy
excesivamente rápido pero es muy meticuloso con eso de los límites
de velocidad. Vamos a hacer noche en una ciudad donde conoceremos a
una pareja con la cual llevamos charlando algún tiempo. Tras hacer
el check-in y arreglarnos salimos hacia el restaurante donde habíamos
quedado. Como de costumbre llegábamos tarde, un paso suyo son dos
míos y los zapatos no me ayudan a caminar rápido así que me quejo
y le pido que vayamos más despacio sin resultado y llevándome algún
reproche sobre mi elección del calzado. Al llegar al restaurante les
escribimos y una pareja que estaba sentada en la barra se acerca a
saludar, son ellos.
La cena discurre tranquila con la
típica conversación banal. Tras dos copas de vino y una cena
estupenda llegamos a mi plato favorito, una tarta de limón con base
de galleta, sólo de mirarla empiezo a salivar.
Jorge: Bueno mara, Sion me contó que
últimamente fantaseas con la idea de ser humillada y azotada por
otra persona.
En ese momento no tenía claro por cual
de todos los motivos iba a acabar muriendo, si por la saliva que se
me había ido por el otro lado y me había atragantado, por el hecho
de que mi Amo le hubiese contado esa intimidad sin decírmelo, por la
vergüenza que pasé por ver cómo me lo decía delante de los tres o
por habérmelo dicho en el restaurante en el cual puede que alguna de
las mesas circundantes nos hubiesen escuchado. Cuando me siento
avergonzada se me pone la cara muy roja y sudo, no puedo evitarlo. A
veces hasta se me ponen los ojos vidriosos. Ni siquiera me vi capaz
de responder por lo que me limité a mirar a mi Amo, mirar a Jorge
mientras esbozaba una pequeña sonrisa el tiempo justo como para que
no se sintiese ignorado e intentar seguir comiendo con la mayor
normalidad que pude fingir. Creo que se dieron cuenta de mi
incomodidad porque no volvieron a sacar el tema.
Inés: ¿Queréis venir a casa a tomar
una copa? Aún es pronto.
Sion: Sí, ¿por qué no? ¿te apetece?
Mara: Sí, claro.
El trayecto hacia su casa se me hizo
corto, los pies ya no me dolían tanto, señal inequívoca de que las
copas de vino habían hecho efecto ya que no suelo beber. El piso era
bastante acogedor. En las casas ajenas siempre me siento rara al
principio. Yo me quedé charlando en el salón con Inés, era
profesora y me contaba anécdotas que hacían que me riese a
carcajadas. Es raro pero me relajé. Cuando Sion y Jorge volvieron de
la cocina con las bebidas los hielos ya estaban medio derretidos.
Mara: cualquiera diría que la habéis
destilado vosotros mismos.
Se rieron y nadie añadió nada al
comentario. Sacaron un juego de mesa que nos mantenía entretenidos
mientras charlábamos. Inés cogió un cigarro.
Jorge: si te lo quieres fumar arriba en
la terraza.
Inés: bueno pues hacemos una pausa que
ya no aguanto más.
Mara: vale, así voy al baño.
Sion: ¿tiene buenas vistas la terraza?
Jorge: sí, que te la enseñe.
Mientras pensaba que el chorro no iba a
terminar nunca me vibró la falda, era un mensaje de Sion en el que
decía “haz lo que te diga”. Aquello me sonaba muy mal, el
corazón me iba muy rápido y empezaba a sudar. Tras vacilar unos
minutos me atrevía salir del baño.
Jorge: ya empezaba a pensar que se te
había tragado la taza.
Mara: ja ja ja muy agudo.
Mi tono era burlón, tampoco me conocía
tanto como para hacerme un comentario así.
Mara: ¿Y Sion e Inés?
Jorge: arriba en la terraza, Inés esta
fumando.
Mara: ¿Tú no fumas?
Jorge: Sí
Mara: ¿Subimos?
Jorge: No.
Se hizo un silencio incómodo que Jorge
rompió pronto.
Jorge: Bueno, aún no me has respondido
a la pregunta que te hice en la cena.
Mara: ¿A cual?
Sabía perfectamente a cual pero
empezaba a imaginarme por dónde iba la cosa y estaba muy nerviosa.
Jorge: Sion me contó que fantaseas con
que otra persona te humille azotándote
Mara: eso no es una pregunta... pero
sí, es verdad aunque me imagino por dónde queréis ir y no.
Jorge: ¿No? Te ha dicho que me
obedezcas, tranquila, será algo rápido, sólo veinte con la mano.
Ponte sobre mis rodillas.
Mara: te he dicho que no
Realmente lo decía muy en serio. Mi
cabeza me decía que no aunque mi coño se mojaba. Una cosa era la
fantasía y otra era la realidad y mi orgullo me lo impedía. Además
una cosa son los azotes y otra los azotes en esa posición tan
ridícula, que tuviese cuarenta y tantos hacía que esa posición me
pareciese más humillante aún, si cabe.
Jorge: bueno, te los voy a dar de un
modo y otro, quedan exactamente ocho minutos para que bajen, tú
decides si lo quieres íntimo y rápido o quieres esperar a que
bajen, te atemos y todos podamos contemplar cómo los recibes.
Eso realmente me dejó descolocada. Por
un lado no pensé que mi Amo fuese capaz de hacerme algo así. Por
otro, nunca pensé que fuese capaz de dejar que otra persona me
tocase y me había dejado el mensaje muy claro... Miré mi móvil,
había pasado un minuto desde que empezó a hablar.
Mara: en esa posición no, sobre la
mesa
Jorge: voy a añadir diez por tu falta
de modales, aquí no decides tú. El tiempo sigue pasando, mara.
Cuando me tumbé ya tenía la cara que
podrían haber freído un huevo en ella. Tras tumbarme me subió la
falda y me bajó las medias. Ni siquiera pude mirar de reojo, cogí
aire y lo retuve. Levaba un culotte así que la mitad de las nalgas
ya estaban al descubierto. Los azotes eran firmes, tres seguidos en
una nalga y otros tres en la otra, luego uno y uno alternando ambas.
Cuando llegó más o menos a la veintena tiró de mis bragas hacia
arriba dejando mi culo completamente al descubierto y los azotes
restantes se sucedieron muy rápido. Estaba tan excitada como
humillada. Parte de mí se había dejado ir, es algo que me sucede en
determinadas situaciones. Había terminado hacía unos segundos pero
Jorge me pasaba la mano por las nalgas rozando de vez en cuando mi coño. Yo permanecía tumbada tan
mojada que parecía que hubiese tenido un escape, el hecho de que comprobase cuán excitada estaba hacía que me avergonzase más. Mi mente intentaba asimilar
lo sucedido cuando el sonido de la llave y la puerta me sacó de mi
mundo. Creo que nunca me he subido las medias tan rápido, me senté
en el sofá a su lado con las piernas cruzadas como si nada hubiese
sucedido.
Jorge: vamos a seguir con el juego,
creo que alguien ha aprendido a que no debe hacer trampas si no
quiere ser castigada
Mara: ¡yo no he hecho trampas!
Jorge: hablaba de Inés
Miré a Inés que estaba tan roja como
yo hacía diez minutos...