No quiero ser feliz. Matizo, no quiero
ser feliz si me va la vida en ello. ¿Curiosa contradicción? No,
tiene más lógica de que se ve en un principio. Parece que hoy en
día estamos obligados a tener únicamente buenos momentos, a mostrar
solo los colores de arco iris de toda la gama de colores que
es la vida. ¿Seré feliz? Por supuesto, habrá pequeños momentos en
que sentirás ese bienestar personal, esa gratificación. Esos días
en los que estás contento, aunque sean pequeñas cosas las que te
hagan sentir así. O quizá sean grandes. Quizá te toque la lotería
en forma de un hijo sano. O quizá te toque de forma literal... Quién
sabe lo que el caprichoso futuro nos deparará. ¿Seré infeliz? Por
supuesto, la vida nos da reveses a mano abierta, de esos que pican y
te marcan los cinco dedos. Esa sensación de que todo va mal y no
puede ir peor, aunque peor siempre pueda ir. La palabra infelicidad
me evoca palabras muy distintas, miedo, enfado, frustración,
tristeza, desasosiego, ansiedad... Pero, si me diesen el don de poder
sacar esos días de mi vida no lo haría. Las emociones “negativas”
en sí no son nocivas, sólo hay que aprender a comprenderlas y
actuar. El miedo te pone en alerta y te hace huir o evitar un
peligro, en definitiva, supervivencia. Algo tiene que ponernos en
guardia de que eso no es lo que queremos en nuestra vida. Algo tiene
que decirte que necesitas un cambio. Puede que el cambio requiera de
otro lugar, de otras cosas... O puede que sólo requiera de otras
perspectiva.
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