Era la segunda vez que íbamos a vernos, la primera fue un encuentro muy escueto en el cual apenas pudimos siquiera mantener una conversación por motivos ajenos a nosotros.
Estaba nerviosa, a pesar de que a diario manteníamos conversaciones de lo más normales, personalmente me imponía. No sé decir si por su altura o porque era todo un gentleman, al menos en apariencia. De hecho en nuestro encuentro fortuito me puse muy colorada como hacía tiempo que no me sucedía.
El tipo de relación con él era mucho más relajada, no habían normas explícitas. Sabíamos de nuestros gustos pero no había nada pactado, simplemente lo íbamos a dejar fluir.
Llevaba vaqueros ajustados, un jersey de lana color crema y un abrigo y unos tacones del mismo color. Eso sí lo dejó claro, quería que fuese en tacones. Lo cierto es que pensándolo no pensaba ir de otro modo porque con sus casi dos metros, cualquiera se pone a su lado en zapatos planos...
Nos saludamos de forma cordial, alegre, como dos amigos de los de hace tiempo que llevan demasiado sin verse. Esta vez había mantenido los colores de mis mejillas a ralla. Era media tarde y dimos un paseo por la ciudad. Fuimos a cenar pronto porque en esas fechas tan señaladas todo se ponía hasta arriba de gente y queríamos estar tranquilos.
Mientras cenábamos hablábamos de cosas triviales, trabajo, planes que teníamos para los días venideros cargados de cenas y comidas familiares, etc. Hasta que en un momento dado, cuando ya habíamos terminado y esperábamos los postres bostezó.
- ¿Qué te pasa Eric? ¿Te aburro o es que al señor mayor ya se le hace la hora de irse a la cama? - le dije entre risas.
- No me aburres nena, la duda ofende, pero vuélveme a llamar señor mayor y verás, advertida quedas.
Hasta el momento habíamos mantenido una conversación muy desenfadada pero de momento se puso muy serio, le cambió totalmente la forma de moverse. Me recordaba a los militares o los policías cuando se cuadran. Antes de irnos pasé por el baño y cuando me acercaba hacia la salida donde él me esperaba escuché al camarero que le decía que "a su hija se le había olvidado la bufanda". Ya estaba detrás de él, así que le cogí la bufanda al camarero.
- Muchas gracias, somos un despiste, ya sabes el dicho, del tal palo, tal astilla, ¿verdad papá? - y salí del restaurante riéndome.
Su cara de enfado hacía que me riese más, en realidad no era por burla, era nerviosismo, sabía que el comentario no le había gustado.
- ¿Te divierte? - dijo irritado
- Bueno, yo no he tenido nada que ver, ha sido él quien ha dicho lo de "su hija"
- ¿Te ha hecho gracia que me confundan con tu padre?
- Bueno, no te ofendas, a mi lado uno de 38 también podría aparentar ser mi padre, sólo ha sido una broma
- Pues no ha tenido gracia
- No seas estúpido, sí la ha tenido, piensa en lo positivo, estás con una jovencita
- Una jovencita que hace comentarios de muy mal gusto e insulta, a eso se le llama mala educación
- Yo no he insultado a nadie - dije enfadada, realmente no consideraba que le hubiese insultado
- Estúpido, el comentario jocoso... los jóvenes de hoy en día no tenéis valores, entre que vuestros padres no os educan y que en el colegio son unos blandos sólo se crean que inútiles
- Ya estamos con las tonterías, tú no puedes opinar porque no tienes hijos, así que no sabes lo que es educar y yo tengo muchos valores, así que te pones un punto en la boca
Me cogió del brazo y empezó a caminar rápido, tanto que a su lado a mi me tocaba medio correr.
- ¡Basta ya, ¿quieres?! ¡Llevo tacones y no tengo las piernas tan largas como las tuyas!
Estaba realmente enojada, los tacones no eran precisamente cómodos, así que solté mi brazo de su mano de un tirón. La gente que iba por la calle miraba de forma descarada pero nadie dijo nada. Me cogió de la mano y se acercó a mi oído:
- Si te comportas como una niñata, te trataré como a una niñata, así que haz el favor de caminar rapidito porque me da igual montar un espectáculo en la calle
Nunca he soportado que la gente se te quede mirando de ese modo, estaba abochornada así que caminé más rápido y él fue condescendiente y bajó un poco el ritmo. Subimos a su habitación del hotel y nos quitamos las chaquetas. Abrió una botella de vino, sirvió dos copas y nos sentamos en el sofá uno frente al otro sin decir nada. Era un silencio incómodo, yo iba tomando traguitos de la copa mientras él me miraba serio, no sabía si estaba enfadado pero estaba como pensativo.
- ¿Qué te pasa? Te veo pensativo...
- Esperaba que la primera vez que abrieses la boca fuese al menos para disculparte
- ¿Por qué iba a hacerlo? No he hecho nada
- Bueno, veo que tendré que enseñarte las cosas de otro modo
Tiró de mi brazo y me puso sobre su regazo mientras yo de forma refleja intenté echarme atrás.
- No, no, ya te dije que esta posición no me gustaba
- Mira Mara, estas cosas no van así, una cosa es provocarme en juego con cualquier chorrada pero los comentarios jocosos como una niñata acerca de mi edad no te los voy a tolerar - dijo mientras empezaba a darme azotes por encima de los vaqueros - además, no te hace tanta gracia que parezca tu padre, pues así enseñaban antes los padres a las niñas maleducadas como tú
Siguió un rato, a pesar de que llevaba vaqueros, tenía unas manos enormes que ocupaban casi toda una nalga así que empezaba a picar. Con la misma facilidad que antes, me levantó, yo estaba roja como un tomate. Estaba muy avergonzada, en cierto modo me sentía hasta ridícula.
- Quítate los vaqueros - me dijo mientras daba otro trago a la copa y me señalada con ese dedo largo los pantalones.
Vacilé un poco pero lo hice, el jersey era largo por lo que tapaba todo el culotte burdeos que llevaba.
- El jersey también
Debajo del jersey llevaba una camiseta en un tono crudo metalizada que era un poco más corta y dejaba ver la ropa interior. Que me mirase de arriba a abajo me incomodaba, la escena me parecía humillante. Supongo que debió de notar en mi cara algo.
- Bueno, así me vale, túmbate
Me quedé mirándolo y no obedecí, estaba como paralizada por la vergüenza.
- Mara si te tumbo yo empezaré sin bragas
De forma automática dí un paso atrás pero alargó ese brazo largo y me volvió a poner sobre sus piernas. Me bajó las bragas justo hasta debajo del culo y volvió con la azotaina, más rápido, más fuerte, disminuía el ritmo, se centraba sólo en un lado, luego en otro. Ya debía de tenerlo super rojo porque yo ya no aguantaba y empezaba a resoplar.
- ¿Ahora te sigue pareciendo gracioso? Si hubieses mantenido esa boca cerrada y te hubieses comportado eso no te habría pasado, pero como a veces eres tan bocazas, mira como acabas, con el culo rojo
No sabría decir si ese tipo de comentarios me gustan, por un lado me excitan, pero por otro me hacen sentir humillada y no acabo de tener claro si los quiero o no.
Ya cuando empezaba a moverme paró y me dijo que me pusiera de pie, me cogió de la mano y me llevó al escritorio. Al menos las bragas al estar ahí no me hacían caminar torpe, que es algo que siempre he sentido ofensivo.
Me puso frente a él y detrás de mí me quitó la camiseta, se separó unos pasos y escuché cómo se quitaba el cinturón.
- Estás muy sexy así, llevas una ropa interior muy bonita, ese color te favorece, veremos si tu culo termina del mismo color.
- No sigas, porfa, no puedo más - me giré para decírselo, cuando estoy en esos momentos se me pone cara de no haber roto un plato - además no tenemos palabra de seguridad.
Se acercó a mí y empezó a pasarme la mano por la espalda, me acarició el pelo y me lo apartó a un lado. Me besó el hombro, el cuello y me susurró al oído que confiara en él.
Suspiré y miré al techo en señal de aprobación.
El primer azote con el cinturón no me lo esperaba, no me había fijado pero si no era de cuero, era un material parecido porque picaba y mucho. El segundo hizo que apoyara las manos sobre el escritorio. Al tercero ya resoplaba y miraba hacia abajo. Necesitaba centrarme en algo para distraerme un poco del dolor, así que moviendo la cabeza el pelo cayó sobre mi espalda y eché la cabeza un poco hacia atrás en el cuarto azote, que largo lo tenía ya, así casi me llegaba a la cintura. En el siguiente ya no pude aguantarme más y me llevé las manos atrás con un "¡joder!" que no pude reprimir.
- Quita las manos
- No puedo
Se acercó, me cogió de las muñecas y me las volvió a poner sobre el escritorio, me dio un beso en la cabeza, imagino que porque por la altura si no le tocaba agacharse.
- Venga nena que lo estás haciendo muy bien.
Me dio dos más rápidos y paró. Se acercó por detrás y me empezó a acariciar el pelo, el cuello, los hombros, la espalda, el culo y a darme besos por el cuello. Yo permanecía inmóvil, no pensé que fuese a ser tan decidido ni tan duro la primera vez, me pareció un descaro por su parte pero estaba excitada.
- ¿No tienes nada que decirme? - yo negué con la cabeza
- ¿Te portarás mejor la próxima vez? - dijo mientras me pasaba dos dedos entre las piernas
Asentí pero seguí quieta, esperando a que sus dedos siguiesen moviéndose y empapándose.
- No sé si te mereces esto...
Me giré de forma brusca, la humillación, el bochorno y la vergüenza en ese estado se habían esfumado. Le cogí la mano y la llevé hasta mi clítoris mostrándole los movimientos que me gustaban, que me hacían gemir de placer.
- Fóllame, ahora - le ordené
Sonrió, me besó en los labios, me besaba una y otra vez, me mordía el labio de abajo tirando un poco de él, a la vez que me masturbaba con su mano, era tan grande que me metía los dedos y hacía presión con la palma en mi clítoris a la vez. Me encantaba. Se quitó los pantalones y hizo un gesto con la cabeza para que se la chupase, así que me senté en la silla y empecé, cuando ya estaba babeando suficiente paré y se la escupí. Sabía que eso le gustaba. Me empujó la cabeza en un par de ocasiones hasta que me dio una arcada tras lo cual me cogió la mano para que me levantase, retiró la silla y me sentó encima del escritorio. Me dio el preservativo para que se lo pusiera y empezó a metérmela de forma brusca, con cada embestida yo gemía, cada vez iba más rápido y yo gemía más fuerte. Lo empujé suavemente, me bajé y lo llevé de la mano a la cama, me puse a gatas y él empezó de nuevo, los dos nos movíamos al ritmo y no tardé en terminar...
sábado, 11 de enero de 2020
jueves, 26 de septiembre de 2019
Historias II
Debatimos entre qué restaurante
escoger, por aquella zona la propuesta gastronómica es de
lo más variada. Al final nos decidimos por un restaurante con una
decoración muy retro que me tiene absorta porque hay objetos viejos que han utilizado de decoración que ni siquiera puedo hacerme una idea de para qué
servían. Él me explica cómo ha ido su reunión, parece preocupado.
Cambiamos de tema, charlamos sobre el menú y sobre lo despistado que
anda el camarero.
- ¿Qué vas a pedir al final?
- Mmmm creo que arroz y solomillo – aunque viendo los platos de las mesas de al lado habría pedido sólo un plato porque las raciones son tan grandes que sabía que no me lo iba a terminar
- Bien
La situación me divierte, ya me ha
explicado que habrá veces que él será quien decida qué debo
comer, por varios motivos, principalmente porque piensa que como muy
mal. Es bastante estricto con las comidas, pero por el momento,
conmigo está siendo bastante laxo. Igual es porque le doy mucho la lata con el tema (me estoy riendo al escribirlo porque a veces me quejo por molestar).
Traen los platos y empezamos a comer
mientras charlamos sobre temas triviales.
- Quita el codo – me dice en un tono de voz bajo, con el ruido del local no entiendo lo que me ha dicho pero no le pregunto.
Al igual que es estricto en la
alimentación también lo es en cómo comer. No poner los codos sobre
la mesa, no coger las cosas con las manos, no comer con la boca
abierta, etc.
- Que quites los codos
Me subió un escalofrío por la
espalda, entre otras cosas porque levantó la voz de forma que
pudieron escucharle las mesas colindantes, me puse tan roja que no
pude ni comprobar si alguien nos había oído. Me excita muchísimo
que tenga la poca vergüenza de corregirme en un lugar público de
ese modo, aunque en el momento me abochorne. Seguimos comiendo con
normalidad y nos fuimos paseando hasta su casa. Al llegar me quité
la ropa, me quedé con la camiseta y las braguitas y nos pusimos a
charlar en el sofá.
- Oye Sergio, la próxima vez podrías decirlo más bajito, no sé, dímelo al oído o algo
- Te lo he dicho bajito la primera vez y no has obedecido
- Es que no te había oído
- Pues haber preguntado, de todos modos, ya sabes mis normas
- Hombre, pero es que seguro que nos han oído las mesas de al lado
- ¿Los conoces?
- No
- ¿Entonces?
- Pero me da vergüenza, monguer
- ¿Qué has dicho?
- Que me da vergüenza
- ¿Y qué más?
- Nada
Me cogió del brazo, me puso sobre él
a horcajadas y me dio una tanda rápida y fuerte de azotes que ni vi
venir pero que picaba de sobremanera. El movimiento de poner la mano
fue casi instintivo cosa que no le gustó nada. Me inmovilizó
una mano en la espalda y con la otra me bajó las bragas de un tirón
y siguió. Intenté incorporarme pero me apretó contra él.
- Tumbate – su tono de voz era entre enfado y amenazador
No fueron muchos azotes pero los
suficientes para dejarme el culo ardiendo y bien rojo.
- Te he dicho muchas veces que a mí no me hables así, ya esta bien, ¿eh?
- Si, sí, de verdad, lo siento, es que se me escapa espontaneo
Intenté separarme pero sin hacer
demasiada fuerza hizo que me quedase recostada sobre él.
- Quédate así
Me acarició el pelo un par de veces,
la espalda, el culo. Me separé, lo miré y lo besé. Pasó su mano
por mi clítoris, por mi coño, hasta meter el dedo entero, estaba
realmente mojada y aquello sólo empeoraba la situación.
- Voy a depilarte, ¿vale?
- ¿Depilarme el qué?
- Esto – dijo pasándome sus dedos por la linea recta del vello de mi coño.
- Pero es que entonces cojo infecciones
- Lo haré con mucho cuidado y no pasará nada, ya verás
- Bueno... vale – dije tapándome la boca con los dedos
Fue a la cocina y al baño y trajo
varias cosas. Una especie de barreño pequeño con agua, una
cuchilla, jabón, una toalla, cojines, etc y lo dispuso todo en la
mesa del salón. Me cogió en brazos y me puso sobre la mesa, una vez sentada me abrió las piernas para que quedase en la posición que él quería. La
verdad que aquella escena me recordaba a la película “Las edades
de Lulú”. Me pareció morboso a la par que me avergonzaba.
- Si te hago daño me lo dices, ¿vale?
Asentí con la cabeza y él empezó a
mojar la zona, ponerme jabón y pasar la cuchilla con mucha suavidad.
Me sorprendió, ni siquiera yo tengo tanto cuidado cuando lo hago.
- ¿Estás bien?
- Sí
- ¿Te duele?
- No
- ¿Quema el agua?
- No
- ¿Te da vergüenza? - Negué con la cabeza
- Un poquito – me dijo divertido
- Sí – le dije con una medio risa tímida
En realidad estaba excitada, con mucha vergüenza, pero excitada. Le había
mencionado alguna vez a alguna que otra persona que esa escena me
excitaba, me parecía muy sumisa, pero nunca nadie se atrevió a
hacerla. Me metí en la ducha y al salir me senté en el sofá, él me abrió las
piernas y me pasó la mano por encima, acariciándolo.
- Así me gusta
Me pasó la mano por el coño, me metió
un dedo. No sé dónde da o si es por el tamaño de sus dedos pero me produce mucho placer. Me gusta mirarlo cuando lo hace, tan serio, tan
imponente. A veces me pregunto en qué piensa cuando te mira así con esos ojos tan azules. El ritmo de sus dedos aumenta, aún noto mi culo calentito de la azotaina anterior y estar sentada me resulta algo incómodo, pero en esos momentos, me da lo mismo... Lo que vino después lo podéis imaginar.
jueves, 19 de septiembre de 2019
Historias
Estábamos en el salón de su casa,
tras ver una película charlábamos distendidamente acerca de temas
de lo más variados con una copa de azulo en la mano. No es que beba
mucho, ni que fume mucho, de hecho hace diez días que he vuelto a
fumar, aunque en contadas ocasiones, pero una copa en la mano y ese
sabor dulzón me incita a hacerlo.
- ¿Puedo? - digo enseñándole el paquete de tabaco.
- Sí, pero en la ventana.
Estoy asomada a la venta, no hay nadie
en la calle y la fría brisa me despeja la cara. Él sigue viendo
videoclips en la tele que dice son míticos y yo me río porque, aunque son
canciones que sonarían a todos, los bailes y el vestuario son
ridículos (para esta época, claro).
- Son unos craks - me dice animado
- Sí, claro – le digo entre risas con un tono sarcástico
Al terminar cierro la
ventana y me siento a su lado en el sofá, se me queda mirando
pensativo, me pregunto en qué pensará, mentiría si dijese que no
esperaba un beso en aquel momento. Esbozó una media sonrisa mientras
me miraba a los ojos.
- ¿Qué? - digo un tanto desconcertada
- Vete a lavarte los dientes y dúchate
- ¿Ahora?
- Sí
- Uff – dije yendo hacia el baño, sabiendo que seguía mis movimientos con su mirada
No me apetecía nada, pero
era consciente de que ayer ya había hecho algo que no le había
gustado, aunque no me lo dijese, nos habíamos conocido hacía
poco pero empezaba a entenderlo. Así que me duché, me lavé los
dientes y me sequé el pelo. Una de sus normas es que en su casa
siempre tengo que ir en bragas y camiseta, así que iba a vestirme cuando me
abrió la puerta del baño.
- No te vistas
- ¿No? ¿Por qué?
- Ve a la habitación y te tumbas bocabajo en la cama, ahora iré yo
Se me pusieron los pelos de
punta, no sé si por el frío y de imaginar lo que, en parte, sabía
que sucedería. Estaba muy serio, parecía casi enfadado. No tardó en venir.
- Elije cepillo o cinturón
- Cinturón
No hubo precalentamiento, ni
caricias, ni sermón previo. Empezó a azotar mi culo fuerte, con
ritmo, una nalga, luego la otra, de tal forma que cuando llevaba sobre los diez ya lo
notaba ardiendo.
- ¿Qué te dije ayer?
- ¿Sobre qué?
- Ya sabes sobre qué – dijo mientras no dejaba de darme azotes rítmicos en una sola nalga
- Que no fumara – no me costó responder, sabía perfectamente por qué era el castigo
- ¿Y por qué lo hiciste? ¿Eh? - me reprochó brúscamente
- No lo sé
En esos momentos, en los que
todo discurre tan rápido, me cuesta pensar, mi mente se disocia, el
dolor de mis gluteos seguramente ya muy enrojecidos, el pensamiento de
que tengo otra nalga más y más trozo donde azotar y las respuestas
a sus preguntas se me agolpan en el cerebro.
- ¿Que no lo sabes? - eleva el tono de voz, parece realmente enfadado
- Sí... es que me apetecía mucho, perdona – a esas alturas ni siquiera se me pasaba por la cabeza vacilar, era la verdad, lo hice a sabiendas de que estaba mal y en esos momentos me dio igual.
- Si te digo que no, es que no
Ya no podía más, me dolía
mucho, empezaba a resoplar y era incapaz de estarme quieta. No habían
sido muchos azotes, no creo que me diese más de treinta. Todo iba muy
rápido. Tiene una forma de azotar que realmente duele, quizá sea por el gran tamaño de sus manos o porque es muy grande y no acaba de medir su fuerza, no lo sé. No podía más y puse mis manos para frenar
el siguiente azote.
- Quita las manos – dijo con una voz súper autoritaria
- Uff, es que no puedo
- Quita las manos – me dice elevando el tono de voz
- De verdad que no puedo – normalmente le echo cuento al asunto, pero esta vez era verdad.
Me coge ambas muñecas y me
las sujeta en la espalda con una de sus manos reanudando la azotaina.
Son pocos azotes los que me da después, quizá cuatro, no lo
recuerdo. Acerca una almohada y la pone bajo de mis caderas para dejar mi culo
bien expuesto. No puedo verlo pero tengo la certeza por como me arde
que debe estar de color rojo oscuro. Oigo el tintineo de una hebilla,
resoplo, nunca me habían azotado así, la idea de no poder seguir
pasa por mi cabeza, pero soy consciente de lo que he hecho y, al
menos por el momento, no voy a usar mi palabra de seguridad. Me llevo
las manos a la cara y la hundo en ellas, el pelo me cubre la cara y se escucha mi respiración entrecortada.
El primer azote con el cinturón cae en mi culo cruzándolo
prácticamente entero y doy un respingo. No es como lo había
imaginado, curiosamente el cinturón me dolía menos que su mano, pero el sonido que hacía al impactar sobre mi piel parecía que fuese peor de lo que en realidad era. Siguieron cuatro más y yo empezaba a resoplar, a modo queja, en un intento disuasorio.
Hizo una breve pausa, me acarició el pelo y me lo apartó de la cara.
- Mírame
Giro la cara con un poco de resignación,
la situación me avergüenza, aunque no tanto como esperaba, porque
difícilmente puedo centrarme en mucho más que en sus palabras y el
dolor. Estoy seria, mi cara refleja arrepentiemiento real, sumisión. La verdad es que en ese momento me hice pequeña y en cierto modo me sentía avergonzada.
- ¿Tienes algo que decir?
- No lo haré más
- ¿No lo harás más? - permanece serio y deja entrever que la respuesta no le convence
- Bueno, intentaré no hacerlo más, de verdad, te lo prometo
- Bien – me dice mientras me acaricia el pelo y baja su mano por mi espalda hasta pararse al final sujetándome fíermemente
Una ráfaga de azotes
rápidos forman un estruendo, tenso el culo, vuelvo a girar la cara
tapándola con mis manos. Cuando creo que voy a llegar a mi límite termina la azotaina. Me quedo inmóvil en esa posición, en cierto modo estoy
desconcertada, me he quedado en blanco. En cierto modo lo que acaba
de pasar me abochorna. Me acaban de dar una zurra en el culo como si
fuese una niña que se ha portado mal. Está feo que diga esto pero,
siempre había imaginado esto con hombres mucho mayores que yo, supongo que es porque en mi mente eso le restaba vergüenza a la situación. El hecho de que fuese un chico
que me saca pocos años y que, además, me resulta tan atractivo hace
que mi sentimiento de humillación sea mayor.
- ¿Estás bien? - yo asiento con la cabeza, pero soy incapaz de mirarle.
- Échate a un lado - tras unos segundos que se me hacen eternos me empuja suávemente hacia el otro lado de la cama
- Ven
Soy incapaz de hablar,
tampoco me ha dado por llorar como pensé que seguramente pasaría. Estoy
cortada, retraída. Él intenta rodearme con su brazo pero mi primera reacción
es apartarme, no sé muy bien por qué.
- Ven anda
Me rodea con sus brazos y me
lleva hacia su pecho, ambos estamos tumbados, pero es tan grande...
que me siento muy vulnerable y pequeña a su lado. Me besa en la
cabeza y me acaricia, primero el pelo, luego la espalda y vuelve a
besarme.
- ¿He sido duro?
- Sí
- Sabes que te lo merecías, ¿verdad? - su tono ahora es más relajado, diría que compasivo
- Sí
- ¿Volverás a ser desobediente?
- No
Me levanta la cara pero soy
incapaz de mirarlo a los ojos así que miro hacia un lado.
- Mírame – me resulta incómodo hacerlo, la verdad, pero no estoy muy para contrariar
- ¿Me prometes que serás obediente? Es por tu salud...
- Lo intentaré
Me besa en labios, en la mejilla, otra vez en los labios. Vuelve a acariciarme
la espalda, las nalgas. Mi mejilla se pierde en su torso, no quiero que este momento se termine. Y así, entre las caricias y en sus brazos, nos
dormimos.
Siempre pensé que una
situación así me generaría excitación al momento. La primera vez
que viví algo parecido fue lo que pasó. Si bien es cierto que no me excité en el momento, me he masturbado muchas veces recordando esta
escena. Cambiaría cosas, por supuesto, por ejemplo que
no fuese tan intenso y corto o la posición pero, como él dice, es un castigo, no
pretende que me guste...
viernes, 28 de diciembre de 2018
Tomaduras de pelo
Estaba sentada en la mesa del salón ensimismada en mis pensamientos
mientras me enrollaba la falda del uniforme en el dedo. Estudiar con
uniforme a los 27 es absurdo y ridículo, pero todo tenía un por
qué, me presentaba a unas oposiciones en tres meses y aún no había
empezado ni siquiera a leerme el temario, su frase fue “si no te
planificas ya como una adulta, tendrás que hacerlo como una niña”.
Total que ahí estaba yo con los apuntes en frente y en la parra
porque es soporífero hasta que él entró por la puerta.
- Hola guapa
- Hola
Se acercó y me dio un beso.
- Veo que te estás portando bien...
- Qué remedio, luego eres insufrible si no.
- Jajaja bueno, ya sólo te queda media hora, tienes mala cara
- Ya...
- ¿Tienes fiebre?
Me pasó una mano por la cabeza muy a lo madre.
- Estás caliente
- Ya me estoy tomando cosas, pesado
Le quité la mano de mi cabeza y me puse a leer un párrafo, me
quedaba embobada, me volvía a intentar centrar... Y así llegó la
hora de cerrar los libros.
- ¿Ya has terminado?
- Claro, mira el reloj.
- Vale, pues déjame lo de hoy en el sofá que ahora me lo leo y te pregunto
- Jajaja ¿Cómo que me preguntas?
- Digo yo que de algo de lo que has leído te acordarás, ¿no?
- Pues claro, pero no me tienes que preguntar como si fuese al parvulario
- Eso lo decidiré yo
- Pues no pienso entrar en el juego
- Tú verás
- Yo tengo la última palabra así que claro que YO veré
Me tumbé en el sofá, tenía la tele puesta, en realidad no la
escuchaba pero de fondo me hace compañía, como a las abuelas. Al
ratito él vino, me levantó los pies, se sentó y los volvió a
dejar sobre él y así nos quedamos mientras se leía el tema que
supuestamente me había estudiado. Me estaba quedando frita cuando oí
“psst, no te duermas que aún es pronto” y algo que me tocaba los
pies. Que me corten ese sueño me pone de muy mal humor.
- ¡Joder, que manía con controlar cuando duerme y hace las cosas la gente!
- Cuando acabemos si quieres te vas a dormir pero como me des la lata de madrugada ya sabes lo que te espera.
- En fin...
- Venga, cuéntame
- ¿Que te cuente qué?
- Coño, lo que te acuerdas de lo que has leído
- Que si detectamos algún caso de violencia de género hay que avisar
Hizo un silencio laaaargo mirándome, yo creo que estaba
preguntándose si lo vacilaba o es que realmente no me había leído
nada en hora y media. Yo lo miraba con cara de “no sé qué
esperabas, ya te he dicho que no me preguntaras” pero con cara de
no haber roto un plato porque me encontraba regular y no me apetecía
nada una zurra, y menos sin final feliz.
- ¿Te has pasado la hora y media sentada sin hacer nada?
- Bueno, lo he intentado pero entre el malestar y que el tema este es un infierno... se me ha ido la hora con un par de párrafos
- Deja que me ponga en medio
Se refería al sofá, ahora me tocaba sentarme porque se le había
antojado estar en medio.
- Bueno pues de esos dos párrafos, ¿con qué te has quedado?
- Con que si detectábamos violencia de género hay que avisar
- ¿Sólo eso?
- Bueno y los signos de alarma del maltrato, hematomas y cosas así
- Ya, eso no lo pone, yo lo he entendido a la primera y no soy del gremio así que no es tan complicado, ¿te estás quedando conmigo?
- No, ¿Porqué?
Esto lo decía realmente convencida.
- Pues porque has perdido una hora y media delante de los libros, que sabes que no es el objetivo del horario y encima con excusas malas.
- Bueno mira, lo pactado era una hora y media estudiando, me haya cundido más o menos ya es otra cosa, pero no hablamos de eso.
- Esto no te lo voy a aguantar.
Me cogió de un brazo y acabé rápido sobre sus rodillas con la
falda levantada. Me iba dando azotes con la mano en uno y otro
cachete, eran rápidos y fuertes, sin precalentar ni nada, así, a
pelo. Me bajó las braguitas y siguió con la azotaina.
- Mira que tengas un mal día lo puedo llegar a entender, pero al menos en hora y media una página te tienes que haber leído y ser capaz de explicar aunque sean tres frases, lo que has hecho es tomarme por tonto
Siguió hasta que mi culo era rojo tomate entero y me ardía.
- Vete al rincón
Al minuto volvió con algo en la mano, lo sabía porque hacía
sombra.
- Ponte con las manos apoyadas en la mesa
Esas posturas en parte no me gustan nada, por un lado el que no haya
contacto físico, parte me alivia, parte no y parte es complicado
porque tienes que mantenerte quietecita por ti misma y eso no siempre
es fácil. Al darme la vuelta vi que lo que tenía en la mano era una
regla de madera, como las de antes.
- Empieza a contar, ya decidiré yo cuando paro.
Empezó con el primer azote.
- Uno
Plass
- Dos..
Plass
- Tres
Plass
Y así hasta llegar a veintiocho.
- aaaauuuu para, para, porfa, no puedo más.
Me levanté y me giré frotándome el culo. Su cara era un poema, no
tenía claro si era enfado, frustración, sorpresa o todo un poco
porque todo eso estaba prohibido durante un castigo.
- Señorita ponte en tu sitio
- No, de verdad, por favor
- Mara, si te lo repito otra vez no te va a gustar
Me senté en el sofá y se sentó a mi lado, en principio pensé que
para hablar conmigo e intentar convencerme pero vi el ademán de
cogerme del brazo y eso era para ponerme en su regazo y de verdad que
no me encontraba como para estar así, así que lo abracé rodeando
su cuello con mis brazos y puse cara de pena, enferma y prepucheros
mientras apoyaba mi cabeza en su cuello.
- De verdad que no me encuentro bien, no puedo más.
- ¿Qué te pasa?
- Tengo la garganta que no puedo ni tragar saliva, tengo mocos y creo que fiebre a ratos
- ¿Crees, no te lo has mirado?
- No, pero no hace falta, me estoy tomando ibuprofeno y paracetamol.
- Por tu cuenta, como siempre.
- Sí claro, la última vez que fui por esto es lo que me recetó
- También te recetó antibiótico
- Sí pero aún no me hace falta
- Ponte bocabajo
- ¿Para qué?
- ¿Quieres que siga con la regla?
- No
- Pues ponte bocabajo
Se fue a por algo, intuía a por qué, pero no era cuento y prefería
pasar cinco minutos de bochorno a seguir. Volvió con el termómetro
y me lo puso en el culo, como a los niños antiguamente porque eso
esta desfasado, esa manía voy a tener que quitársela, tendré que
pensar cómo. Tras cinco minutos lo sacó, tenía 37,8. Tampoco era
mucho pero lo justo para no encontrarte bien.
- Bueno, vamos a posponer ese castigo.
Qué bien, me acabé de vestir mientras él se levantaba y traía una
caja de supositorios, yo sabía lo que era por los colores de la
caja.
- Te he dicho que nada de juegos, que no me encuentro bien, además ya me he tomado un paracetamol
- ¿Hace cuanto?
- Esta mañana
- A las siete ¿y son?
- Las cinco
- ¿Y después de diez hora con ese malestar y esa temperatura no te toca otro?
- Sí
- Parece mentira que te dediques a lo que te dedicas...
- ¡Cállate!
- No me callo, ya te dije qué pasaría si no te cuidabas
- Tienes un concepto muy raro de cuidarse
- Esto no suelo hacerlo porque suelo tenerlo todo muy claro pero voy a dejar que te expliques y hay dos opciones, una que realmente tengas razón y te la daré quedándose aquí la cosa y otra es que te duplique el castigo ya veré cómo
- Mira que te gusta marear. Pues yo sí me cuido, sé qué tengo aunque no vaya al médico y no soy tonta, son unas simples anginas, no tengo fiebre de más de 38 y no tengo placas de pus, por lo que no necesito antibiótico, el tratamiento en caso de que sea vírico es sintomático, es decir, paracetamol y/o ibuprofeno cada ocho horas para la fiebre, y en caso de que no sea vírico cuando me salgan las placas y tenga fiebre de más de 38 ya iré al médico a por mi antibiótico.
- Pero no te has mirado la temperatura, ¿no?
- No
- Y dime una cosa, si yo te dijese que estoy así, ¿me dirías que fuese a trabajar?
Esta pregunta era complicada... realmente le diría que no fuese, por
un día estando a viernes no pasaría nada por no ir y era la única
forma de no coger la baja. Si él fuese como yo sabía que las placas
acabarían saliendo porque siempre termino así con bastante
frecuencia. En esto tenía más tablas que él pero era un tema
sencillo y sabría que le miento porque tonto no es.
- No... te diría que no fueses.
- Ya, pero tú sí has ido.
- Sí
- ¿Y por qué tú sí y yo no?
- Porque te tengo aprecio y me gustaría que te quedases en casa poniéndote mejor.
- ¿Y por qué para ti no?
- Porque yo no soy una floja.
Decir aquello fue una estupidez porque antes de darme cuenta estaba
bocabajo con el culo rojo escarlata y esta vez en una silla, la
presión de los mocos al estar con la cabeza hacia abajo hacía que
eso fuese un castigo doble ya de por sí. Me azotaba con la mano pero
ahí empezaba a entender su frase de “créeme que preferirás que
use un instrumento y no sólo la mano” porque se estaba alargando
una eternidad, paró, me puso el supositorio y siguió. Después de
diez minutos y el ardor-dolor empezaba a enfadarme y cansarme de la
situación.
- ¡Para!
- Ya te he dicho que si tu argumento no me convencía tendrías un castigo doble
Por supuesto, no paró.
- ¡Pero es que de verdad que estoy enferma! ¡No tienes escrúpulos castigándome sabiendo cómo estoy!
- Vaya, pensé que no eras una floja.
- Uff, eres un capullo
Aquello me acabó de sentenciar porque aumentó la intensidad y la
velocidad, aquello era insufrible. Empecé a moverme hasta que
intenté taparme y me tuvo que sujetar la mano. Por fin paró...
Vete al rincón. Tras cinco minutos, lo sé porque llevaba reloj, me
llamó.
- Siéntate.
- Mira, esta no es la primera vez que hablamos de esto, ¿verdad?
- Verdad
- Y la última vez ya te dije que todo rectal hasta que no fueses al médico y no lo has cumplido. Automedicarse está mal y lo sabes, además siempre crees que lo sabes todo y no es así. Por eso, por cada vez que me entere que te has tomado algo sin mi permiso para yo considerar si tienes que ir al médico o no, tendrás una de estas y, por supuesto, esta vez hasta que no vayas al médico todo rectal y, como eres tan lista, sí, uno cada ocho horas.
- Jope, ¿de verdad serás capaz de hacerme algo así? Es tan absurdo todo...
- Habértelo pensado dos veces y haber ido al médico que no te cuesta nada.
- Pero es que de verdad que me dirán eso.
- Bueno, cuando te lo digan, volveremos a las pastillas.
- ¡Joder, es que ni estando enferma me dejas respirar!
- ¿Te has propuesto que siga Mara?
- No, no...
- Y el del horario y timarme con lo de estudiar lo dejaremos para cuando te mejores...
- Vale...
Nos acomodamos en el sofá, había pasado como media hora y detrás
del enfado inicial, me quedé pensando y repasando todo lo que había
pensado y estaba muy excitada... tanto que había traspasado mi ropa
interior. Le cogí la mano con cariño, le di un beso mientras lo
miraba, me dio un beso en el pelo y yo le puse su mano dentro de mis
braguitas, esta vez con cara de traviesa...
martes, 25 de diciembre de 2018
miércoles, 12 de diciembre de 2018
Tocando las narices
Si hay algo que odie es que la gente duerma mientras me apetece estar con ella... ¿curioso, verdad? Hace un par de días me estaba quejando porque alguien intentaba hacer exactamente lo mismo conmigo pero la vida es así, el lema “haz lo que yo te diga pero no lo que yo haga” me viene de perlas digamos que... casi siempre. Así que era un día entre semana en el cual estaba cansada y tenía sueño pero no quería dormirme y quería que él estuviese conmigo dándome conversación y no en estado comatoso. Lo había intentado, sacando temas de relatos, intentaba provocarlo pero creo que demasiado suave... Así que se fue a dormir y yo detrás con él. Me encanta dormirme tocando los pelitos del pecho o de la barba, esta vez opté por los pelitos del pecho. De lado apoyada cerca de su oído con mi brazo en su pecho le iba preguntando cosas en susurros, por los relatos de un nuevo "blog", por nuestros relatos, por qué haría mañana pero nada... hasta que al final me dijo que me callara.
- ssshhh o te duermes o te vas al salón.
- me duermo, me duermo.
Odio dormir a oscuras, suelo dormir con una luz pequeña encendida, la tele o una peli o algo así. La iluminación de la televisión dejaba que viese cómo iba cerrando los ojos mientras lo acariciaba. Cuando ya estaba casi dormido le daba un tironcillo de algún pelo que hacía que abriese un poco los ojos. A la tercera vez se dio la vuelta malhumorado mientras yo intentaba ahogar una risa de forma infructífera. No sé si se enteró o no, en su momento me pareció muy gracioso así que luego, cuando ya se puso en posición normal, empecé a hacerle cosquillas con mi pelo e intentaba no hacer ruido mientras me moría en mis risas "ahogadas" al verlo rascarse medio durmiendo, pero de mala leche. Hasta que no pude más, se despertó y yo casi estallo allí mismo en carcajadas así que me fui al baño tosiendo para que no se notara mucho, cuando volví estaba despierto.
- ¿Se puede saber qué haces?
- nada, que me ha dado la tos y no te quería molestar, además me hacía pis.
La cosa quedó ahí, haberlo despertado me pareció ya bastante y era como la una de la madrugada y ambos nos levantábamos pronto así que decidí intentar dormir.
Por la mañana tenía mala cara y parecía de mal humor pero es que, además, en todo el día lo poco que me escribió, fue muy escueto.
Yo me eché una siesta de estas de dos horas que luego hacen que me ponga de mala leche y me fui a mi clase, salía contenta, al llegar sabía que estaría él en casa con la cena preparada (o eso pensaba).
- uh, qué mala cara tienes, ¿te encuentras bien?
- no, he dormido poco y tengo un catarrazo.
- poooooobre, ¿te hago una sopa o algo?
- sí, y algo más vas a hacer, porque me voy a asegurar que lo que hiciste anoche no lo vuelvas a hacer más.
- ¿Yoooooooooo? ¿Pero qué hice anoche?
- tocarme las narices, en sentido literal.
- ¡anda ya! Lo harbás soñado.
- ¿tengo cara de idiota?
- pues sí...
Iba a decirle que a veces sí con sus estupideces pero no me dejó ni terminar, me cogió de la muñeca, apartó la silla de la cocina y de un tirón me puso sobre sus piernas y empezó a azotarme. Me quejé desde el minuto uno, primero porque no me lo esperaba y segundo porque llevaba un vestido corto con medias que, al tumbarme me dejaban bastante desprotegida para mi gusto y él empezó con ganas. Normalmente duro poco con la ropa puesta pero esta vez lo prolongó más de lo normal.
- tráeme unas tijeras.
- ¿qué?
Ladeé la cabeza mirándolo desconcertada porque no tenía claro si había entendido bien o me estaba quedando sorda.
- que me traigas unas tijeras.
Cogí las tijeras de la cocina que, dicho sea de paso, son casi las que más cortan y se las di con cierta curiosidad.
- inclínate sobre la mesa.
Me incliné y noté cómo metía las tijeras en mis medias, le hizo un corte en medio, tiró de mi cintura dejando que mi culo quedase más expuesto y le dio un tirón al corte haciendo que quedase casi todo el culo al desnudo... las bragas hipster se me arrugan y acaban pareciendo una especie de tanga raro. Cogió la paleta de madera, la que se usa para no rayar las sartenes y reanudó la azotaina con eso. No sé qué prefiero si el cinturón o eso. Alternaba las nalgas, luego un rato se quedaba en una y después en otra.
- bueno, ¿vas a contarme por qué hiciste eso anoche?
- sólo era una broma, tampoco es para ponerse así.
- ¿una broma? Me acuesto tarde ya de por sí por ti y, sabiendo que tengo unos días complicados, eres tan caprichosa que ya no es que no te vayas a dormir pronto, que deberías porque madrugas como yo y tienes un trabajo serio, si no que todos tenemos que estar despiertos cuando se te antoja. La semana pasada la que liaste por despertarte antes de las doce y no dejarte dormir y ahora, ¿ahora sí vale?
- bueno, no era eso, jope era sólo una broma, algo gracioso...
- ¿Gracioso para quién? ¿Para ti y para quién más?
Ahí me quedé callada porque con esa pregunta me dejó KO. Tras mi silencio reanudó la azotaina, me dolía, me escocía y creo que podría haber hecho la cena en mi culo de lo caliente que estaba. Siguió un rato largo, paraba, me acariciaba las nalgas, me pasaba con disimulo los dedos por mi sexo, como con un roce y seguía con la azotaina. Ya empezaba a estar inquieta, a no estar bien de ninguna postura y a resoplar muy de continuo.
- vete a ese rincón mientras te aguantas el vestido por detrás y ni se te ocurra moverte.
Siguió haciendo la cena, mientras esperaba a que las cosas se calentasen o se hiciesen me miraba, lo sé porque en la ventana de al lado se le veía reflejado. Cuando terminó puso los platos y todo lo demás en la mesa y se sentó.
- ¿tienes algo que decirme?
- Siento mucho haberte molestado no dejándote dormir. De verdad que no lo pensé pero no volverá a pasar.
- bien, siéntate con el vestido levantado, pero primero ve fuera a entrar el felpudo que hay guardado en el baúl.
Odiaba que hiciese aquellas cosas, sabía que nadie iba a verme pero el hecho de pensar que un vecino podía verme así, hacía que la cara se me pusiese del mismo color que el culo. Lo hice rápido como nunca.
- toma.
- toma no, lo pones en tu silla y te sientas a cenar.
Cené incómoda, moviéndome dejando el apoyo en un lado y en otro, pero estaba ya cansada así que no quise cenar más.
- ¿Ya has terminado?
- sí, es que estoy muy incómoda y me duele y entre eso y el aparato no puedo comer.
La verdad es que esperaba que la frase lo ablandara un poco y me dijese que me quitase el estúpido felpudo porque se me clavaba todo en el trasero.
- pues vete a dormir.
- ¡pero si son las diez y veinte!
- ¿Y?
- que es muy pronto
- ¿quieres seguir en el rincón y luego reanudo la zurra? Igual es que no te ha quedado claro que lo de exigir no va conmigo
- no, no, me ha quedado claro.
Me lavé los dientes y me fui a la cama con una peli que me relaja. Pero pasó él por delante de la habitación y me apagó la tele.
- ¡EEEEEEEEEEEEEhhhhhhhhhhhhhh! ¡¿Pero qué haces?!
- he dicho a dormir
- estúpido.
Lo dije muy por lo bajini y dándome la vuelta para no mirarlo, con énfasis para que se diese cuenta de mi cabreo, pero algo debió de oír.
- ¿has dicho algo?
- ¿yo? No, nada.
- bien, creo que mañana habrá que repetir con una dosis más alta que veo que no te ha quedado claro el tema de las exigencias de malcriada.
Ni me he movido, espero que se le haya olvidado...
domingo, 18 de noviembre de 2018
Cuando menos te lo esperas
Conducir me ayuda a relajar la mente,
me evade del mundo, sobre todo en los trayectos largos. Suena pereza
y Él duerme. Me gusta que duerma mientras conduzco porque así no me
riñe cuando excedo la velocidad permitida, aunque no voy
excesivamente rápido pero es muy meticuloso con eso de los límites
de velocidad. Vamos a hacer noche en una ciudad donde conoceremos a
una pareja con la cual llevamos charlando algún tiempo. Tras hacer
el check-in y arreglarnos salimos hacia el restaurante donde habíamos
quedado. Como de costumbre llegábamos tarde, un paso suyo son dos
míos y los zapatos no me ayudan a caminar rápido así que me quejo
y le pido que vayamos más despacio sin resultado y llevándome algún
reproche sobre mi elección del calzado. Al llegar al restaurante les
escribimos y una pareja que estaba sentada en la barra se acerca a
saludar, son ellos.
La cena discurre tranquila con la
típica conversación banal. Tras dos copas de vino y una cena
estupenda llegamos a mi plato favorito, una tarta de limón con base
de galleta, sólo de mirarla empiezo a salivar.
Jorge: Bueno mara, Sion me contó que
últimamente fantaseas con la idea de ser humillada y azotada por
otra persona.
En ese momento no tenía claro por cual
de todos los motivos iba a acabar muriendo, si por la saliva que se
me había ido por el otro lado y me había atragantado, por el hecho
de que mi Amo le hubiese contado esa intimidad sin decírmelo, por la
vergüenza que pasé por ver cómo me lo decía delante de los tres o
por habérmelo dicho en el restaurante en el cual puede que alguna de
las mesas circundantes nos hubiesen escuchado. Cuando me siento
avergonzada se me pone la cara muy roja y sudo, no puedo evitarlo. A
veces hasta se me ponen los ojos vidriosos. Ni siquiera me vi capaz
de responder por lo que me limité a mirar a mi Amo, mirar a Jorge
mientras esbozaba una pequeña sonrisa el tiempo justo como para que
no se sintiese ignorado e intentar seguir comiendo con la mayor
normalidad que pude fingir. Creo que se dieron cuenta de mi
incomodidad porque no volvieron a sacar el tema.
Inés: ¿Queréis venir a casa a tomar
una copa? Aún es pronto.
Sion: Sí, ¿por qué no? ¿te apetece?
Mara: Sí, claro.
El trayecto hacia su casa se me hizo
corto, los pies ya no me dolían tanto, señal inequívoca de que las
copas de vino habían hecho efecto ya que no suelo beber. El piso era
bastante acogedor. En las casas ajenas siempre me siento rara al
principio. Yo me quedé charlando en el salón con Inés, era
profesora y me contaba anécdotas que hacían que me riese a
carcajadas. Es raro pero me relajé. Cuando Sion y Jorge volvieron de
la cocina con las bebidas los hielos ya estaban medio derretidos.
Mara: cualquiera diría que la habéis
destilado vosotros mismos.
Se rieron y nadie añadió nada al
comentario. Sacaron un juego de mesa que nos mantenía entretenidos
mientras charlábamos. Inés cogió un cigarro.
Jorge: si te lo quieres fumar arriba en
la terraza.
Inés: bueno pues hacemos una pausa que
ya no aguanto más.
Mara: vale, así voy al baño.
Sion: ¿tiene buenas vistas la terraza?
Jorge: sí, que te la enseñe.
Mientras pensaba que el chorro no iba a
terminar nunca me vibró la falda, era un mensaje de Sion en el que
decía “haz lo que te diga”. Aquello me sonaba muy mal, el
corazón me iba muy rápido y empezaba a sudar. Tras vacilar unos
minutos me atrevía salir del baño.
Jorge: ya empezaba a pensar que se te
había tragado la taza.
Mara: ja ja ja muy agudo.
Mi tono era burlón, tampoco me conocía
tanto como para hacerme un comentario así.
Mara: ¿Y Sion e Inés?
Jorge: arriba en la terraza, Inés esta
fumando.
Mara: ¿Tú no fumas?
Jorge: Sí
Mara: ¿Subimos?
Jorge: No.
Se hizo un silencio incómodo que Jorge
rompió pronto.
Jorge: Bueno, aún no me has respondido
a la pregunta que te hice en la cena.
Mara: ¿A cual?
Sabía perfectamente a cual pero
empezaba a imaginarme por dónde iba la cosa y estaba muy nerviosa.
Jorge: Sion me contó que fantaseas con
que otra persona te humille azotándote
Mara: eso no es una pregunta... pero
sí, es verdad aunque me imagino por dónde queréis ir y no.
Jorge: ¿No? Te ha dicho que me
obedezcas, tranquila, será algo rápido, sólo veinte con la mano.
Ponte sobre mis rodillas.
Mara: te he dicho que no
Realmente lo decía muy en serio. Mi
cabeza me decía que no aunque mi coño se mojaba. Una cosa era la
fantasía y otra era la realidad y mi orgullo me lo impedía. Además
una cosa son los azotes y otra los azotes en esa posición tan
ridícula, que tuviese cuarenta y tantos hacía que esa posición me
pareciese más humillante aún, si cabe.
Jorge: bueno, te los voy a dar de un
modo y otro, quedan exactamente ocho minutos para que bajen, tú
decides si lo quieres íntimo y rápido o quieres esperar a que
bajen, te atemos y todos podamos contemplar cómo los recibes.
Eso realmente me dejó descolocada. Por
un lado no pensé que mi Amo fuese capaz de hacerme algo así. Por
otro, nunca pensé que fuese capaz de dejar que otra persona me
tocase y me había dejado el mensaje muy claro... Miré mi móvil,
había pasado un minuto desde que empezó a hablar.
Mara: en esa posición no, sobre la
mesa
Jorge: voy a añadir diez por tu falta
de modales, aquí no decides tú. El tiempo sigue pasando, mara.
Cuando me tumbé ya tenía la cara que
podrían haber freído un huevo en ella. Tras tumbarme me subió la
falda y me bajó las medias. Ni siquiera pude mirar de reojo, cogí
aire y lo retuve. Levaba un culotte así que la mitad de las nalgas
ya estaban al descubierto. Los azotes eran firmes, tres seguidos en
una nalga y otros tres en la otra, luego uno y uno alternando ambas.
Cuando llegó más o menos a la veintena tiró de mis bragas hacia
arriba dejando mi culo completamente al descubierto y los azotes
restantes se sucedieron muy rápido. Estaba tan excitada como
humillada. Parte de mí se había dejado ir, es algo que me sucede en
determinadas situaciones. Había terminado hacía unos segundos pero
Jorge me pasaba la mano por las nalgas rozando de vez en cuando mi coño. Yo permanecía tumbada tan
mojada que parecía que hubiese tenido un escape, el hecho de que comprobase cuán excitada estaba hacía que me avergonzase más. Mi mente intentaba asimilar
lo sucedido cuando el sonido de la llave y la puerta me sacó de mi
mundo. Creo que nunca me he subido las medias tan rápido, me senté
en el sofá a su lado con las piernas cruzadas como si nada hubiese
sucedido.
Jorge: vamos a seguir con el juego,
creo que alguien ha aprendido a que no debe hacer trampas si no
quiere ser castigada
Mara: ¡yo no he hecho trampas!
Jorge: hablaba de Inés
Miré a Inés que estaba tan roja como
yo hacía diez minutos...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)